Tarde noche de estrenos en Jerez para comenzar el puente de Andalucía.
Revista La Flamenca. Jaime Trancoso 26/2/2022 Foto portada: Tamara Pastora/Festival de Jerez
La tarde del viernes tocaba el turno del estreno absoluto en el Festival de Jerez (Museo Atalaya) de Sara Jiménez, bailaora aventajada de compañías como el Ballet Flamenco Andalucía y Estévez & Paños. Un espectáculo bellísimo, aunque austero que nos regaló varias estampas fotográficas.
El universo sonoro de “Adioses” se inspira en romances medievales y folklóricos regado por instrumentos antiguos como campanitas, cascabeles, panderos o incluso un laud. Los primeros veinticinco minutos discurrieron en esta intro medieval, pero precisamente con el pandero vimos los primeros destellos de gran creatividad rítmica, cómo se sucedían al tocarlo los tres bailaores. Igualmente, un par de varas metálicas doradas que hacían las veces de bastones, que también sirvieron para hacer una procesión con una tela blanca.
Las piezas no contaban con músicos sino con los tres bailaores como intérpretes, Niña de Espejo (bailaora y cantaora), Martí Corbera (compañero de Sara en el Ballet Flamenco de Andalucía) y Sara Jiménez. Precisamente Niña de Espejo fue cantándonos melodías sencillas que hablaban de los adioses, la ausencia, la pérdida o la soledad en la sociedad.
Sin lugar a duda un espectáculo muy valiente y atrevido para iniciar su andadura solista, bajo el asesoramiento coreográfico de Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, aunque un tanto ajena al flamenco para el público que eligiera comprar esta entrada al azar, sin previo aviso. El vestuario también era muy austero. Como propuesta quizás pueda encontrar un hueco entre los festivales de danza, más que de flamenco, o incluso de música antigua.
Sea como fuere, encomiable labor la del Festival de Jerez brindándole a los jóvenes valores la oportunidad de estrenar obras por ver primera para poder comenzar así sus carreras como solitas. No se trata de un riesgo para el festival, sino un valor añadido, una apuesta de futuro fruto del compromiso con el baile flamenco.
El espectáculo de Rocío Molina, “Vuelta a Uno” también fue muy austero con el mero acompañamiento de una guitarra, pero resultó mucho más flamenco. Gran expectación en el Teatro Villamarta, largas colas para entrar, colgado el cartel de no hay billetes, que será el denominador común este fin de semana del puente de nuestra comunidad y es que se trataba del estreno en Andalucía.
Arrancaba el puente de Andalucía, el fin de semana grande del festival, y el público venía predispuesto a dejar sorprenderse y a disfrutar por la malagueña Rocío Molina. No nos dejó indiferente y enganchó con el público desde el principio, desde que empezó a hacer compás con las pompas del chicle morado que estaba masticando, a juego con las mallas que llevaba debajo de un vestido magenta.
Como de un juego de niños se tratara, escuchamos la efervescencia de los Peta Zeta en la boca de Rocío, retro chuches que oíamos por un micro que colgaba al escenario, la vimos masticar compulsivamente como una cría sus pulseras de golosinas o cómo jugaba con su pelo, también nos narraba en voz propia cómo se cansaba o incluso se asfixiaba si el músico no paraba de tocar, cómo se estaba liando con los palos, “Vuelta a Uno”, la última parte de esta trilogía sobre la guitarra nos llevaba al cante e incluso escuchamos a Molina cantando y silbando. Ahora a su madurez, esta joven que nació vieja, hace sobre el escenario lo que le viene en gana, con una capacidad de imaginación inigualable acaba hipnotizándonos con gran asombro.
Después de lo anecdótico, en “Vuelta a Uno” podemos disfrutar de lo bien que estaba bailando Rocío. El escenario estaba regado de una escenografía de bancos que bien servían para sentarse, para bailar encima, para pegarse una sobada o incluso para crear movimientos sensuales. A los abanicos también le sacó bastante partido, no tanto a un entarimado. A pesar de ello, el espectáculo decae en intensidad en su ecuador, cuando repite algunas de sus llamadas de atención o cuando se puso a escupir caramelos, la guitarra de Yerai Cortés, el flamante Premio Guitarra con Alma del Festival de Jerez, también sorprende y acompaña magistralmente a Molina durante hora y veinte minutos, como si fuera la otra cara de una misma moneda, dotado tan solamente de una guitarra, de un loop y un distorsionado.
También debemos dar la enhorabuena al equipo técnico del Teatro Villamarta y Festival de Jerez que cambió toda la parrilla de luces día tras día, sin descanso, en una maratón de festival que dura dos semanas. En la iluminación llamó la atención los filtros verdes y led morados en una vara de contra con la que incluso Rocío Molina jugaba y zarandeaba para cerrar con un gran clímax.