Arquitectura

ARQUITECTURA EN EXTINCIÓN: 'La Cristalera', una joya de los 50 en Madrid

Fue construida como residencia de verano infantil en la Sierra de Madrid por Corrales, Molezún y De la Sota, pero hoy 'La Cristalera' es una joya de la arquitectura nacional maltratada. Aquí su historia.
© Fundación Alejandro de la Sota

Tejas en lugar de uralita y tabiques que rompen la continuidad espacial: La Cristalera, una maravilla de la arquitectura de los años 50 en el norte de Madrid, es ahora un edificio docente que merecería volver a su estado original. "La construcción es como un manto que cubre la ladera. Es una pieza importante de la Historia, un periodo de experimentación que no copia a Europa sino que tiene una factura propia", nos explica José de Coca Leicher, doctor arquitecto, profesor de la Politécnica de Madrid.

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Desde el principio

Fue en 1957 cuando José Antonio Corrales, Ramón Vázquez Molezún y Alejandro de la Sota ganaron el concurso para construir una Residencia Infantil de Vacaciones en Miraflores de la Sierra. La levantaron en dos veranos consecutivos con una funcionalidad clara: servir como refugio en julio y agosto para los hijos de los empleados de Cristalera Española.

"La concibieron poco después de su Pabellón de los Hexágonos para la Exposición Universal de Bruselas, que a Molezún y Corrales les dio tanto prestigio y es, de alguna manera, heredera de esa construcción. Está también basada en terrazas y en una cubierta ligera. Diseñada en un único plano inclinado, se integra perfectamente con la Sierra. Es una solución muy sencilla y también muy contemporánea. Con materiales muy elementales ellos conseguían crear una arquitectura eficaz", dice De Coca.

© Fundación Alejandro de la Sota

Con el tiempo, sin embargo, el estupendo edificio de tres de los mitos de nuestra arquitectura pasó a manos del Ministerio del Interior, que lo utilizó para alojar a políticos y guardias civiles y lo transformó en gran parte. Años más tarde pasó a la Universidad Autónoma de Madrid, que lo sigue utilizando con fines docentes en la actualidad. La Cristalera, como se la conoce, sigue en pie, pero su estructura original está muy modificada.

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El edificio

La Residencia se proyectó de una manera muy sucinta: muros de piedra y hormigón, pilares de hierro y vigas de seis metros que sustentaban una cubierta de madera y uralita. Las grandes cristaleras, además de dar nombre al lugar, abrían los espacios a la luz exterior y conectaban con el paisaje. El interior estaba dividido por un pasadizo en cuesta que separaba la zona de día de la zona de noche.

"La estructura es muy sencilla. Unos pilares metálicos y unas vigas de madera enormes, construidas en sentido de la pendiente del enclave, se unen a un tejado de madera, algo muy novedoso en su momento. Molezún, que había viajado y vivido en Europa, se inventó esta solución original inspirándose en lo que había visto en el Viejo Continente", nos cuenta De Coca, que resalta especialmente la iluminación en bandas horizontales, las tiras de luz que daban dinamismo al espacio y que chocaban con las vigas de madera consiguiendo un efecto casi dorado.

"Alejandro de la Sota decía que él trabajaba con Molezún y Corrales para aprender", asegura el arquitecto y profesor.

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La transformación

A lo largo de los años, sin embargo, y para poder adaptarlo a los diferentes usos, se intervino el edificio hasta hacerlo poco reconocible. Se cerraron huecos y se dividieron los espacios perdiendo así uno de los mayores atractivos del proyecto, la continuidad espacial. La cubierta blanca se recubrió con tejas, la estructura metálica fue tapada con madera, se aplicó mampostería de piedra en gran parte de la edificación, se cubrieron las cristaleras... Su estado actual no tiene nada que ver con la estética de lo que imaginaron De la Sota, Corrales y Molezún en 1957.

"Sin embargo devolverlo a su estado original sería relativamente fácil. Se podrían recuperar los materiales originales o similares como la uralita. Otro reto sería la carpintería", remata De Coca. Esperemos que alguien recoja el guante y se haga realidad.

© Fundación Alejandro de la Sota