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Deporte y cultura en los Juegos Olímpicos

Los Juegos Olímpicos son el acontecimiento deportivo que posee un carácter más universal de cuantos se desarrollan en todo el mundo, uniendo a participantes de prácticamente de todos los países y en la mayoría de deportes que se llevan a cabo en nuestro planeta.
Inspirados en la idea de los antiguos juegos griegos, gracias a la iniciativa del Barón de Coubertin, se desarrollan en nueva etapa que comenzó con el primero de los Juegos Olímpicos de la era moderna, desarrollados en Atenas en 1896.
El lema «Citius, Altius, Fortius» (Más rápido, más alto, más fuerte) recoge, desde sus inicios el espíritu de los atletas que se ha ampliado a los demás deportes en la búsqueda de la superación personal en la práctica de una actividad tan sana como el deporte, desde el punto de vista del respeto, el juego limpio y la aceptación de las reglas deportivas.
En un blog como este en que se unen literatura y música, te invito a conocer más detalles sobre los Juegos Olímpicos en un aspecto poco conocido donde se cruzan y combinan los proyectos que relacionan el deporte y la cultura. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Todo comenzó alrededor del siglo VIII a. C. en la Grecia antigua con los Juegos Olímpicos que se celebraban cada cuatro años en la región de Elis en honor de Zeus en la ciudad de Olimpia, unos juegos de los que ya se tiene noticias desde el siglo VIII a. C.
Con el transcurrir de los años se llegaron a celebrar otros juegos que se denominaron Juegos Panhelénicos, ya que buscaban la participación de contendientes de cualquier parte del mundo griego.
Estos Juegos Panhelénicos comenzaban con los Juegos Olímpicos en el primero de un período de cuatro años. El segundo y cuarto años se desarrollaban los Juegos Nemeos, disputados en Nemea, aunque en ocasiones en Argos, también en honor de Zeus y los Juegos Ístmicos, celebrados en Corinto en honor a Poseidón y que transcurrían en meses distintos. El tercer año del ciclo se disputaban en Delfos los Juegos Píticos en honor a Apolo. Este ciclo lo tomaban los griegos como una unidad de tiempo de cuatro años a la que denominaban Olimpiada.
Esta forma de organización permitía que cualquier atleta griego pudiera participar en todos ellos, incluyendo a participantes que provinieran de las colonias que tenían tanto desde las lejanas Columnas de Hércules en el Mediterráneo Occidental hasta a la oriental península de Anatolia. Pese al prestigio con que contaban, era infrecuente que acudieran participantes de estos lejanos lugares ya que debían correr con los gastos de los meses de viaje, transporte, alojamiento o entrenamiento, aunque parece que Alejandro Magno participó en ellos y que, en alguna ocasión no griegos, como el emperador Nerón llegaron a competir y ganar.
Las principales competiciones deportivas consistían en carreras de carros, lucha olímpica, boxeo, pancracio (una mezcla de boxeo y lucha), el stadion (una carrera de velocidad de unos 180 metros que rodeaba el estadio, el pentatlón (que incluía lanzamientos de jabalina y disco, salto de longitud, stadion y lucha), en la que sólo competían hombres que participaban desnudos.
Los Juegos Olímpicos comenzaron en el año 776 a. C. y los vencedores recibían una corona de olivo del árbol que sembrara el mítico Hércules, fundador de aquellos juegos y que cortaba un sacerdote con tijeras de oro o un niño cuyos padres viviesen. Los Píticos comenzaron el año 582 anterior a nuestra era, siendo el trofeo para los vencedores sendas coronas de hojas de laurel. Los Ístmicos comenzaron en el año siguiente, 581, y las coronas para quienes ganaban eran de apio, mientras que los Nemeos se iniciaron algo más tarde, en 573 con un premio de una corona de pino en los primeros años que fue sustituida por apio fresco.
Pero el aspecto deportivo no era el único a tener en cuenta. El último día comenzaba con una procesión de acción de gracias al dios del santuario correspondiente, a la que seguía un banquete donde se proclamaban los nombres de los vencedores y sus ciudades de origen, coronándolos a continuación. También se entregaban premios en metálico, bandejas de alimentos, ánforas de aceite y otros objetos valiosos.
Pero la memoria de los vencedores quedaba en forma de estatua en Olimpia si se lograba por tres veces la victoria, además del recibimiento en su ciudad con honores y privilegios, una fiesta multitudinaria donde se cantaban y eternizaban las hazañas y glorias de los vencedores con himnos y poemas a los que acompañaban músicas y bailes.
Los últimos Juegos Olímpicos se celebraron en el año 393 de nuestra era, después de casi doce siglos de celebraciones al considerar el emperador Teodosio que tenían un cariz pagano.

Walter Winans. An american trotter. Medalla de oro a la escultura en 1912.

De entre aquellos que cantaron las victorias de los atletas griegos, nos han quedado algunas obras pertenecientes a Píndaro, un poeta que vivió aproximadamente entre 520 y 480 a. C. 
De los diecisiete libros que parece que escribió, solo nos han llegado los cuatro que dedicó a los epinicios, esos poemas para cantar las glorias y victorias de los atletas y héroes, aunque no de forma completa. 
Estas poesías son obras de encargo, densas, con imágenes brillantes y audaces, de las que no nos han llegado la música y la danza que la acompañaban en su concepción original, pero que poseen una fuerza y riqueza inspiradoras.
De entre las que han llegado hasta nuestros días nos acercamos a su Olímpica XIV, una obra datada en 488 y dedicada a Asópico de Orcómeno, atleta vencedor en el Stadion, un poemas que se encuentra entre los menos extensos del autor.
Posiblemente el propio Píndaro dirigió el coro y el cortejo festivo en que se cantó el triunfo de Asópico en su Orcómeno natal. Las Tres Gracias, que tenían allí su santuario, son elogiadas como otorgadoras de bienes y las gracias o beneficios que indican sus nombres y a las que el propio atleta les debe su vitoria. 
Compuesta solo por dos estrofas, el texto de Píndaro tiene complejas referencias al río Cefiso que transita por la región de Orcómeno, a las Tres Gracias, Áglae, Eufrósina y Talía, además del olímpico padre de los dioses.


Imbuido de una amplia cultura clásica, Pierre Fredy de Coubertin, barón francés del mismo nombre renunció a la carrera militar a la que quería su familia que se dedicara para centrarse en labores como historiador y pedagogo que le llevaron a la creación de sociedades atléticas en distintos institutos franceses que se agruparían en una suerte de federación dedicada a la divulgación de la práctica atlética, la Union des Sociétés Françaises de Sports Athlétiques y la primera revista deportiva, la Revue Athlétique, logrando que las autoridades las incluyera en los programas de la Exposición Universal de París de 1889.
Tras un viaje por Estados Unidos y diversos países acaricia la idea de unir en una competición a deportistas de todo el planeta, sin interés por el beneficio económico, buscando la unión, la hermandad y el deseo de alcanzar la gloria por el esfuerzo y la superación. 
La idea encontró un mundo de incomprensiones, pareciendo inalcanzable de llevar a la práctica, hasta que, varios años más tarde, desembocó en la creación de lo que actualmente son  los Juegos Olímpicos de la Era Moderna.
Así, tras unos años de búsqueda de colaboración internacional se creó el Comité Olímpico Internacional que se haría cargo de organizar en distintas ciudades y países unos Juegos Olímpicos que se basaran en aquellos que se celebraban en Grecia adaptados a los tiempos que corrían.
Así, además de la organización que un evento de tanta complejidad exigía, se decidió que habría una composición musical que serviría de himno para cada uno de los Juegos Olímpicos que se celebrarían cada cuatro años.
En los primeros juegos celebrados en Atenas en 1896 se interpretó el himno oficial de ese acontecimiento. Basado en un poema de Kostis Palamas, literato nominado en varias ocasiones al Premio Nobel y con música de Spyridon Samara, uno de los grandes compositores de ópera griegos de la época, un ferviente admirador de Puccini
De esta forma, en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Atenas se interpretó en el Estadio Panathinaikos el que sería el himno oficial de los primeros juegos de la era moderna con el texto en griego de Palamas y la música de Samara.

Hasta los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956 cada uno de los juegos poseía su propio himno. En la Sesión 55 del Comité Olímpico Internacional celebrado en Tokyo en 1958 se decidió que este himno que inauguró los primeros juegos de la era moderna pasaría a ser el himno oficial para todas las celebraciones olímpicas. Desde los Juegos Olímpicos de Roma de 1960 se interpreta este Himno Olímpico en cualquiera de los tres idiomas oficiales, griego, inglés y francés.
La interpretación que nos acompaña está cantada en el idioma griego original por la Hellenic Music Foundation Symphony Orchestra and Chorus, con la participación de Convivium Musicum Chorus de Ciudad de México, Prancyprian Choir y Canoni Chorale, ambas de Nueva York, dirigidas por Yannis Xylas en una grabación que se realizó en la ciudad norteamericana en octubre de 2016.


El barón de Coubertin y el Comité Olímpico Internacional no solo pretendían recuperar el espíritu deportivo, de colaboración y hermandad entre todos los pueblos, enviando un mensaje de oposición a los conflictos bélicos entre naciones. Además pretendían recuperar el aspecto cultural que acompañó a los Juegos Panhelénicos con la inclusión de medallas olímpicas en Concursos de Arte.
Una vez asegurada la frágil continuidad de los primeros Juegos Olímpicos, se pretendió incluir estos Concursos de Arte en los Juegos Olímpicos de Roma de 1908, pero fueron trasladados a Londres por la erupción del Vesubio en 1906 y el proyecto quedó sin concluir.
No fue hasta 1912 en los Juegos Olímpicos celebrados en Estocolmo cuando se llevaron a cabo estos primeros Concursos u Olimpiadas de Arte. Las disciplinas artísticas de esta primera olimpiada fueron Arquitectura, Literatura, Música, Pintura y Escultura, que fueron ampliándose a nuevas especialidades en el transcurso de los siguientes Juegos Olímpicos que no se suspendieron por los conflictos bélicos mundiales.
Entre las medallas de oro de estos juegos de Estocolmo figura la que se otorgó en el apartado Literatura a la obra Oda al Deporte, un poema presentado a concurso por el francés Georges Hohrod y el alemán Martin Eschbath y que, una vez acreedora del primer premio se desveló como escrita bajo pseudónimo por el propio Barón de Coubertin, que consiguió así una medalla olímpica de oro.
Nos quedamos con el comienzo de esta Oda al Deporte, obra vencedora de esta primera edición de los Concursos de Arte en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912 en la que el propio Barón ensalza al deporte en su múltiple faceta como placer de dioses y esencia de vida, belleza, justicia, audacia y honor.


Compuesto en 1899 por Jean Sibelius, Athenarnes sång (Canción de los atenienses) su Op. 31 nº 3, es un canto basado en un poema de Viktor Rydberg, que a su vez era prácticamente una paráfrasis de una obra del poeta espartano del siglo VII a. C. Tirteo, un canto a la resistencia heroica, al esfuerzo de la juventud e incluso la muerte en la lucha. 
Esta composición se enmarca dentro de la línea romántica de Schiller o Goethe que se acerca a una evocación ensoñadora de la Grecia clásica como paradigma de la era dorada de la civilización. Además, evocaba el Va pensiero del Nabucco de Verdi al presentar una analogía con la resistencia finesa ante los rusos que dominaban el país.
La Canción de los atenienses no llegó a ser cantada por las calles como la pieza de Verdi, pero sí tuvo un enorme éxito entre los finlandeses, interpretándose en innumerables ocasiones y siendo un frecuente bis en los conciertos en que el programa acogía obras de Sibelius. El propio compositor llegó a realizar hasta cuatro versiones de la obra que pudieran interpretarse en distintos contextos y con distintas agrupaciones, entre ellas una para septeto de metal.

En los Juegos Olímpicos de 1952 celebrados en Helsinki, durante la ceremonia de clausura se interpretó esta pieza que unía el homenaje a la cultura clásica griega con el hecho de ser una obra del más grande compositor finés vivo.
El enlace pertenece a una grabación para banda militar y coro masculino en una traducción diferente desde el griego al finés con el Polytecnikkojen Kuoro y la dirección de Tapani Länsiö realizada en septiembre de 2010.


El deseo de añadir a los juegos deportivos una dimensión relacionada con el arte se fue afianzando a partir de las distintas reuniones que se iban desarrollando por parte del Comité Olímpico Internacional y las ideas que iban exponiendo sus miembros. Esa unión entre 
«los músculos y el pensamiento» se acercaba al ideal de la Grecia clásica donde confluían con las pruebas atléticas los poemas, músicas y danzas que celebraban la gloria de los vencedores.
A tal fin, se aumentaron poco a poco las disciplinas que comenzaron en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912 hasta abrir un amplio abanico de abarcaba distintas modalidades relacionadas con la Arquitectura (Arquitectura mixta, Diseños arquitectónicos, Urbanismo), la Literatura (Literatura mixta, Obras dramáticas, Obras épicas y Obras líricas y especulativas), la Música (Música mixta, Composiciones para orquesta, Composiciones para solistas y coros, Composiciones Instrumentales y de cámara y Composiciones vocales), la Pintura (Pintura mixta, Dibujos y acuarelas, Grabados y aguafuertes, Obras gráficas y Pinturas) y la Escultura (Escultura mixta, Medallas, Medallas y placas, Relieves y medallones, Relieves y Estatuas), abarcando la especialidad denominada mixta todas las anteriores. Entre las especialidades que quedaron fuera de la competición, por distintos motivos, se encuentran Danza, Cine, Fotografía o Teatro.
Para formar parte de los jurados, el Comité Olímpico Internacional escogió a prestigiosos miembros de la comunidad artística y cultural del momento, entre los que podemos destacar a Selma Lagerlöf, Igor Stravinsky, Paul Dukas, Maurice Ravel o Nadia Boulanger.

En uno de los discursos con que Pierre de Coubertin aludía a los momentos en que fueron tomando forma las competiciones de arte, citó un artículo que él mismo publicó en el diario francés Le Figaro argumentando y justificando la idea que estaba gestándose como forma de complementar los aspectos deportivos y artísticos en los Juegos Olímpicos de la era moderna.


Las disciplinas artísticas tuvieron su desarrollo entre los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912 y de Londres de 1948, con las desgraciadas ausencias de aquellos que no se celebraron a causa de los dos grandes conflictos bélicos del siglo. 
Mientras estuvieron presentes en los Juegos Olímpicos tuvieron un desarrollo un tanto caótico por varios motivos. Por un lado, necesitaban unos espacios donde apreciarlas diferentes a los estrictamente deportivos. Por otra parte, eran tan difíciles de evaluar para calificarlas y otorgarles medallas que los miembros del jurado dejaron en diversas ocasiones algunas medallas desiertas. También contribuyó a este desajuste el hecho de que, en algunas celebraciones olímpicas, las distintas categorías se subdividieron en especialidades, tal como se especificaba anteriormente, que dificultaron tanto la presentación de obras atendiendo a las especificaciones, como el trabajo de los miembros del jurado.
Pero dos aspectos influyeron definitivamente en que desaparecieran estas categorías artísticas. Por una parte, la organización de cada uno de los Juegos Olímpicos debía encargarse de su organización en toda su compleja amplitud. Por otra parte, la defensa estricta del deporte amateur frente al profesional, la auténtica lucha que promovía la organización internacional en aquellos años, que entendía que la mayoría de participantes en las competiciones artísticas eran profesionales en sus especialidades y que participaban con la intención de que los trofeos sirvieran como un escaparate en el que colocar sus obras y sus nombres.
Desde el momento de la desaparición de estos concursos de arte, en cada uno de los Juegos Olímpicos celebrados, la organización ha tenido el cuidado de incorporar una serie de actividades culturales paralelas a las deportivas que, de alguna manera, continuara uniendo en cierta medida las ideas que surgieron a comienzo del siglo XX.


Independientemente de los concursos de arte, Coubertin y la organización continuaron con la búsqueda de compositores que crearan los himnos que representarían cada uno de los Juegos Olímpicos.
Así, para los que se iban a celebrar en 1932 en Los Ángeles, un jurado eligió una obra del compositor checo Josef Suk como himno oficial del evento, Towards a New Life (Hacia una nueva vida). 
Para los de 1936 de Berlín el afamado Richard Strauss, uno de los grandes compositores del siglo XX, creó el Himno Olímpico a partir de un texto del poeta Robert Lubahn y que él mismo dirigió en la inauguración de los juegos.
El último de los juegos en que se buscó himno fue el de 1948 de Londres con la obra Non Nobis Domine de Roger Quilter basado en un texto de Rudyard Kipling y que fue interpretado por un coro de mil doscientas voces en la ceremonia inaugural celebrada en el estadio de Wembley.

De cuantos himnos se crearon para inaugurar estos eventos, quizás sea del de Suk el que ha pasado a formar parte del repertorio sinfónico y se presenta en los programas de conciertos con cierta regularidad.
El enlace presenta una interpretación de Towards a New Life durante la tradicional Last Night of the Proms de 2012 con la Symphony Orchestra and Corus de la BBC y la dirección de Jiří Bělohlávek celebrada en el Royal Albert Hall de la capital británica.


El formato de unión entre deporte y cultura como un todo que abarcaría de forma más completa la faceta humana, uniendo lo físico y lo intelectual, en palabras de Coubertin, «los músculos y el pensamiento». 
En la elección de la primera Medalla de Oro de Literatura otorgada en los Juegos Olímpicos de 1912 de Estocolmo al propio Coubertin, el jurado valoró la obra Oda al deporte y reflejó sus puntos fuertes y presentó la duda que le ofrecía el que fuera presentada por dos autores, de dos países y en dos idiomas a la vez, desconociendo, evidentemente, la autoría del iniciador del movimiento olímpico en su escrito. La valoración, recogida en Olympiche Ópiele Stockholm 1912 de J. Wagner, publicado en Zurich/Munich en 1972, quedó como sigue a continuación:
La Oda al deporte de Hohrod (Alemania) y Eschenbach (Francia) cumple en lo referente a su inspiración con las exigencias del programa. Expresa la idea del deporte de la forma más natural posible. Ensalza el deporte de forma artística y deportiva. La vital percepción del deporte que fluye por todas las estrofas de la Oda la sitúa por encima de otro poema, meritorio por otra parte, que canta a la aviación. Aunque la Oda no destaca por sus ricas imágenes, sí se basa en una abundancia de ideas originales, cuyo desarrollo lógico y armónico es intachable. El único reproche que se le puede hacer a la obra es el doble texto en alemán y francés. De esta forma se expresan escasamente el país y el idioma en el que se ha creado la Oda. La forma deja entrever un carácter romántico, el idioma un origen germánico. Es posible que los autores quisieran señalar que la literatura olímpica debería acercar a los pueblos a través de su cultivo de las Bellas Artes. La intención parece buena, pero conlleva un peligro. Porque sería deseable que en un concurso internacional las obras literarias llevasen también la impronta de un genio nacional y no traten de difuminar las peculiaridades de los pueblos.

Nos acercamos de nuevo a la Oda al Deporte en sus cuatro últimas estrofas, en las que establece la analogía del deporte con la alegría, la fecundidad, el progreso y, por último, la que quizás aún sea más importante y necesaria, la paz.


El transcurso del tiempo y el desarrollo de las ideas, planes y proyectos sigue unos caminos que se acercan o alejan de los propósitos iniciales, adaptándose a las circunstancias por las que transcurre y otros factores ajenos. 
Como inspirador, creador y desarrollador de los Juegos Olímpicos tal como los conocemos en la actualidad, Pierre de Coubertin había anhelado que los concursos artísticos continuaran dentro de los programas oficiales de los juegos, combinando el deporte con las distintas artes, para diferenciarlos de los distintos campeonatos mundiales de otros deportes, pero, sobre todo, como el desarrollo de una idea que une armónicamente el cuerpo y el espíritu, otorgando una visión más completa de la vida en la que se combinen juntos deporte, arte y cultura.
Pierre de Coubertin falleció en 1937, en un tiempo en que aún se celebraban los concursos artísticos, posiblemente en la creencia de que aún hoy en día seguirían celebrándose.

Dezsó Lauber. Diseño de estadio. Medalla de plata a la arquitectura en 1924.


Finalizamos con una nueva interpretación del Himno Olímpico original de Spyridon Samara, en esta ocasión para los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi de 2014 en que fue interpretado por una cantante habitual en este blog, la soprano rusa Anna Netrebko acompañada de un coro masculino.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

6 comentarios:

  1. Hola, Miguel.
    Grandísimo trabajo historicista y de documentación que demuestra tus conocimientos en el campo del profesorado también. Desconocía la historia antigua de los juegos y la coincidencia de aunar disciplinas artísticas con el esfuerzo físico. Así como que cada juego, tuviera su himno, entre otras interesantes consideraciones. Las audiciones muy bonitas. Un abrazo

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    1. Gracias, Marisa.
      El camino de los Juegos Olímpicos es interesante, con ideas que han funcionado muy bien y otras que se han quedado por el camino. Es una pena que la idea cultural no terminara de asentarse, lo que los haría aún más interesantes para todos.
      Me alegra tener noticias tuyas.
      Un fuerte abrazo :-)

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  2. Volveré a pasar este fin de semana. Pero desde ya, gran trabajo.

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    1. Gracias, Keren.
      Aquí estará disponible para todos lo que deseéis leerlo y escucharlo.
      Un fuerte abrazo :-)

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  3. Una maravillas està Oda al deporte y también el resto del post. Cuánto de bueno nos descubres siempre, Miguel.

    Un abrazo enorme.

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    1. Gracias, Estrella.
      Es una obra que define muy bien al deporte. Lástima que no haya terminado de asentarse esta idea de unir cultura y deporte, porque habría complementado la personalidad humana.
      Un fuerte abrazo :-)

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