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Todas las voces, todas

Durante siglos, y aún hoy, más de la mitad de la humanidad ha estado silenciada. 

El poder, la fuerza y la opresión acabaron modelando las ideas, las costumbres o los pensamientos de quienes lo ejercían, dejando de lado que aparecieran nuevas opiniones, sensibilidades o puntos de vista diferentes a los que conformaron las distintas civilizaciones y culturas que se han ido desarrollando desde tiempos remotos.
Así, las mujeres, junto a aquellos que no formaban parte de los entornos del poder o las minorías han quedado silenciados. De esta forma, durante mucho tiempo se han desarrollado situaciones que no contribuyen a ofrecer una mirada amplia y enriquecedora al no contar con una gran parte de la humanidad.
Ha habido casos en que desde el poder, la ciencia, la literatura, la música o cualquier otro tipo de manifestación se han oído voces, se han expuesto sensibilidades o se han formulado ideas provenientes de estos entornos, especialmente el femenino. Se han tratado de casos que se manifestaban de forma aislada, gracias a un esfuerzo y empeño desarrollado contra la corriente de las fuerzas establecidas, y que han ido abriendo el camino para que otras voces pudieran escucharse.
Todos tenemos en la mente a muchas de estas personas que desgraciadamente no han tenido más remedio que ser pioneras al estar velados y vetados sus derechos. Desde reinas a escritoras, pasando por intérpretes o compositoras, pintoras, científicas, escultoras o pensadoras que hubieron de sacar sus lados rebeldes para alzar sus voces y dejar sentir sus sensibilidades hacia un mundo más completo y complejo.
En 1969, los argentinos César Isella y Armando Tejada Gómez compusieron Canción con todos, una obra que popularizó la cantante Mercedes Sosa y que algunos consideran una suerte de himno no oficial sudamericano y de cuyo estribillo he extraído el título de esta publicación y algunas que la sigan:

Todas las voces todas, todas la manos, todas.
Toda la sangre puede ser canción en el viento.
Canta conmigo, canta, hermano americano.
Libera tu esperanza con un grito en la voz.

Con esta publicación se intenta contribuir a cerrar una fisura que aún persiste y que incluye a todas las personas citadas y a aquellas que, simplemente, luchan por un trabajo y unas aspiraciones a desarrollarlo en las mismas condiciones y que eviten ese techo de cristal que las acompaña.

Te propongo conocer la lucha y las renuncias que algunas mujeres realizaron para que sus voces se escucharan. Nos acompañan tres mujeres, la escritora Jane Austen, la compositora Marianne von Martínez y la pintora Marie-Guillermine Benoist. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Unas creadoras que vivieron en tres de los grandes países de Europa entre el final del siglo XVIII y el comienzo del XIX son las protagonistas de esta publicación: La compositora austriaca de origen español Marianne von Martínez (1744-1812), la escritora inglesa Jane Austen (1775-1817) y la francesa Marie-Guillermine Benoist (1768-1826). Unas artistas que debieron luchar contra todas las trabas y dificultades por el simple hecho de ser mujeres y no querer aceptar el papel que debían desempeñar en sus vidas.  

Hija de Nicolo Martínez, un napolitano hijo de un soldado español que marchó con el séquito del Archiduque de Austria cuando fue nombrado emperador del Sacro Imperio Romano-Germánioo y de Maria Theresia de origen alemán, Marianne von Martínez nació en Viena en 1744, cuando su padre trabajaba como maestro de cámara para el nuncio papal en la ciudad austriaca. Pasó su juventud en el el mismo edificio en que vivían en la planta baja la familia Esterhàzy, que sería la gran mecenas de un joven Haydn que vivía en el piso superior, el poeta Metastasio, uno de los grandes libretistas de la época y el compositor Nicola Porpora
Con estos vecinos, la joven Anne Caterina, como fue bautizada y conocida hasta que de mayor decidió utilizar el nombre de Marianne, vivió la música desde pequeña y fue iniciada y educada por ellos en las técnicas de interpretación al teclado, canto y composición. Muy joven comenzó a interpretar y cantar para los componentes de la corte y sintió la admiración de la propia emperatriz Maria Teresa.

Nos acompaña el aria Se ti basta ch'io t'ammiri de la cantata Il nido degli amori de Marianne von Martinez, interpretada por la mezzosoprano Anna Bonitatibus y La Floridiana bajo la dirección de Nicoleta Paraschivescu grabada para el disco Marianna Martines. La tempesta de Sony Music Entertainment Germany de 2015.


Pocas escritoras que vivieron entre los últimos años del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX tienen una importancia tan capital como Jane Austen
En una época en que había quienes defendían que las mujeres no deberían aprender a leer y que dedicarse a escribir libros iba contra la naturaleza de tener hijos, quedando en todo subordinadas al hombre en su rol social, establecidas en el ámbito doméstico y el cuidado tanto de los hijos como del esposo, Jane Austen rompió con su vida y su dedicación literaria esos esquemas. Sus obras, que no tuvieron en su vida el éxito del que han gozado más tarde, nos ofrecen una simbiosis entre la ironía, la comicidad y la construcción psicológica de sus personajes, unidos a una sensibilidad y una compleja visión de las relaciones sociales y personales.
En la última de sus novelas, Persuasión, la protagonista, Anne Elliot, expresa al capitán Harville -y a todos quienes la leemos- que los hombres siempre han gozado de todo tipo de ventajas ante las mujeres para poder narrar sus historias y sus vidas, para acceder a la educación y que siempre «han tenido la pluma en sus manos», siendo, por tanto, quienes han ofrecido a los demás su visión.
Persuasión, su última novela, es una historia de madurez que narra el romance entre Anne y el capitán Wenworth que, en un primer momento ella rechaza porque su educación y gratitud la hacen seguir el consejo de no comprometerse con el hombre al que ama, un oficial de marina. Así, Anne se enfrenta a años de soledad mientras su juventud va dando paso a una madurez que conlleva la pérdida de la belleza y el resplandor que poseía, aunque acrecienta su carácter cariñoso y dulce que le lleva a aceptar una segunda oportunidad en su relación.
Después de una conversación entre Anne y el capitán Harville sobre las diferencias entre la forma de ser y el comportamiento de hombres y mujeres, Austen centra al escena en el ruido producido por una pluma que se le cae al capitán Wenworth que se encuentra en la misma habitación. 


Nacida en París en 1768 en una familia económicamente acomodada con el nombre de Marie-Guillermine de Laville-Leroux, mostró desde pequeña grandes dotes para la pintura, por lo que recibió junto con su hermana clases de Elisabeth Vigée-Lebrun, pintora de cámara de la reina Maria Antonieta y más adelante de uno de los grandes pintores franceses, Jacques-Louis David.
En aquellos años había un grupo de mujeres pintoras que habían logrado hacer realidad su afición por la pintura, aunque hubieron de seguir las rígidas normas sociales que las relegaba a un determinado tipo de pintura.
Tras casarse con el abogado Pierre-Vincent Benoist, adoptó el apellido de su esposo. En sus primeros años de matrimonio Marie-Guillermine Benoist compaginó su vida doméstica y la educación de sus tres hijos con su carrera profesional, llegando a colaborar en la ilustración de algunos libros.
Su presentación artística en sociedad se había realizado en 1791, un par de años antes de su matrimonio, con la presentación en el Salón de París de su cuadro Psique despidiéndose de su familia. Más adelante presentaría un cuadro que mostraría su lado más personal, La inocencia entre la virtud y el vicio.
Se trataba de una obra en la que la Benoist comenzó a mostrar su visión más personal del mundo, al representar el vicio con una figura masculina en lugar de hacerlo con la esperada figura femenina.

Marie-Guillermine Benoist. La inocencia entre la virtud y el vicio (1791).

La amistad entre Marianne von Martínez y Metastasio se fue acrecentando con el paso del tiempo, hasta el punto de creerse que llegaron a ser amantes pese a la enorme diferencia de edad entre ambos. Algunas de las obras de la Kleine Spanierin (La pequeña española), como la llamaba Haydn, se basaron en libretos que Metastasio componía expresamente para ella.
Acogida bajo la protección de Metastasio y  Porpora, fue admitida en instituciones como la Academia Filarmónica de Bolonia y nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad de Pavía, componiendo sonatas, sinfonías, conciertos, algunas cantatas, piezas religiosas y oratorios como Santa Elena al Calvario o Isacco figura del Redentore, algunas de las cuales parece a sus biógrafos que fueron pensadas para ser interpretadas por ella misma.
Sus obras poseen toda la fuerza, equilibrio y elegancia de las obras del clasicismo vienés que tanto llegarían a desarrollar compositores como Haydn o Mozart y que, dentro del panorama vienés llegaron a eclipsar la obra de la Pequeña española
Como muestra de su obra instrumental nos acompaña su Sinfonía en do mayor, una obra compuesta en 1770 y que se estrenó nada menos que doscientos años después, en Valladolid en junio de 1978.
Se trata de una obra deliciosa y galante, digna del propio Haydn y en el más puro estilo vienés de la época escrita en tan solo tres movimientos: Allego con spirito, Andante ma non troppo y Allegro spiritoso.
El enlace nos muestra el primero de los movimientos Allegro con spirito de esta Sinfonía en Do mayor (Ouverture in C Mayor),en la interpretación, de nuevo por la agrupación La Floridiana recogida en el álbum Marianna Martines: Il Primo Amore dirigido de nuevo por Nicoleta Paraschivescu grabado en 2012.


Jane Austen dedicó su vida a la literatura, a la creación de unos personajes, especialmente los femeninos, y unos ambientes que conocía de sus relaciones sociales. Sus protagonistas, Elizabeth, Emma, Fanny o Anne, auténticas heroínas, precisan de una estructuración de sus talantes personales y poseen una enriquecedora libertad interior mientras buscan, y consiguen, amables esposos en obras cuyos protagonistas cada vez se tornan más ricos e interesantes en lo más íntimo de su personalidad. Austen acepta que el orden social establecido no lo puede cambiar con su pluma, pero sí puede conseguir que estos personajes crezcan y se transformen conforme avanzan las historias.
Pese a que sus primeras obras fueron publicadas con el pseudónimo By a Lady  (Por una mujer) que daba a entender sus intenciones, sus novelas comenzaron a gozar del éxito en su vida, aunque no han dejado de aumentar con el paso del tiempo. Desde su primera novela, Sentido y sensibilidad, publicada en 1811, seguida de Orgullo y prejuicio, Mansfield Park o Emma, hasta las dos últimas, La abadía de Northanger y Persuasión, publicadas póstumamente, la obra de la escritora inglesa muestra de forma clara y contundente la idea de entregar su modo de vida a la literatura.

James Edward Austen-Leigh, su sobrino, hijo de James, el hermano mayor de Jane, publicó en 1870, más de cincuenta años después de su fallecimiento, Recuerdos de Jane Austen, una obra biográfica sobre la escritora inglesa en la que los datos estrictamente biográficos se hayan salpicados con anécdotas y memorias familiares. El éxito del libro le hizo sacar una nueva edición el año siguiente a la que añadió algunos texto inéditos de su tía entre los que se encontraba un capítulo suprimido de Persuasión.
El Capítulo VI lo dedica James a los hábitos de escritura después de un largo paréntesis desde que la familia cambió de residencia, las primeras publicaciones y el interés que Jane Austen mostraba por el éxito de sus obras.
Nos acercamos al inicio de este capítulo de los Recuerdos de Jane Austen en que el autor nos muestra cómo escribía de forma discreta y solitaria rodeada de tantas personas como había en la casa y nos remite a tres cartas en las que la escritora nos desvela el interés con que seguía el resultado que tenían sus novelas una vez que salían a la luz. De las tres cartas citadas, el texto que nos acompaña finaliza con la primera de ellas.

Retrato de Jane Austen para la portada del libro de James Edward Austen Leigh



Marie-Guillermine Benoist continuó mostrando en sus obras un lado menos convencional del que se adjudicaba a las mujeres en la pintura. En 1800 presentó en el Salón de París una obra que mostraba su personalidad y sus intenciones: Retrato de una negra.
En esta pintura, Benoist retrataba a una antigua esclava, criada de su cuñado, dando visibilidad simultáneamente a dos colectivos, las mujeres y las personas de color, en un momento en que la esclavitud había sido abolida legalmente, pero aún no habían mejorado las condiciones de los antiguos esclavos. En esta obra la pintora decidió que la protagonista de la obra apareciera siguiendo la convención tradicional que se reservaba a las mujeres blancas de las clases burguesas y nobles, convirtiéndose en una suerte de manifiesto a favor de la emancipación de la mujer y de las personas de color.
Pese a que las reacciones a esta pintura fueron variadas, abundaron las negativas, con muchos críticos que desprestigiaron la obra por haber infringido las normas estéticas y artísticas, además de haber sido realzadas por una mujer. En 1818 este Retrato de una negra fue adquirido por Luis XVIII para el estado francés, pudiéndose admirar en la actualidad en el Museo del Louvre parisino.
Unos años más tarde, en 1803, recibiría el respaldo de Napoleón Bonaparte que le encargó un retrato suyo para la ciudad de Gante. Creció su prestigio como autora de retratos, recibió la medalla de Oro del Salón y una pensión oficial para que pudiera desarrollar sus dotes pictóricas, además de abrir una escuela de pintura exclusivamente para mujeres.
Pero su carrera se truncó cuando su esposo fue nombrado miembro del Consejo de Estado tras la restauración borbónica en 1814. Era inconcebible que un alto cargo del gobierno tuviera una esposa que pudiera hacerle sombra, por lo que Marie-Guillermine fue sutilmente invitada a abandonar su carrera y dedicarse de forma exclusiva a su familia. 
Desde ese momento, Marie-Gullermine Benoist apenas si llegó a pintar algún cuadro para ella misma o su familia, hasta su fallecimiento dos décadas después en octubre de 1826.

Marie-Guillermine Benoist. Retrato de una negra (1800). Museo del Louvre.

Cuando fallecieron Metastasio y el padre de Marianne Martines, como también se la conoce, tanto ella como su hermana recibieron una sustanciosa herencia de más de 20.000 florines con la que pudieron dedicarse a realizar veladas musicales semanales en su casa en las que ella y músicos de la talla de HaydnMozart o un joven y recién llegado Beethoven interpretaban piezas para deleite de los asistentes y que llegaron a ser muy famosas en toda la ciudad. Lo que habría sido para los presentas haber podido asistir a una de estas veladas y poder presenciar a Marianne Mozart tocando juntos una pieza a cuatro manos.
En 1790 se decidió a abrir una escuela de canto en la que se formaron algunas de las voces que llenaron los primeros años del siglo en la capital vienesa.
Así, una de las personas más dotadas para la música de finales del XVIII y comienzos del XIX no pudo dedicarse de forma profesional a la música, salvo para impartir clases. Dedicó su vida a la música componiendo más de doscientas obras, de las cuales algunas no se han llegado a estrenar o, si lo han sido, no existen grabaciones de ellas. Afortunadamente hay un proceso de investigación y redescubrimiento de la figura y la obra de una virtuosa de la música que hubo que dedicarse a ella como divertimento de salón más que como modo de vida.

Anton von Maron. Retrato de Marianne von Martínez (c. 1780). Haydn Haus, Viena. El texto al pie del retrato indica: “Maria anna Martines. Pupila de Pietro Metastasio, nacida en Viena, el cuatro día antes de las nonas de mayo, 1744, [miembro] de la Sociedad Académica Filarmónica.”

Siguiendo la vocación por la música vocal que tenemos en el blog, nos despedimos por esta ocasión de Marianne von Martínez con una de sus cantatas, Dixit Dominus con la interpretación del Salmo 110 a cargo de la orquesta y coro Salzburger Hormusik con Wolfgang Brunner al clavicémbalo y la dirección en una grabación de estudio de febrero de 2020.


Jane Austen siguió viviendo con su padres y su hermana Cassandra desde su hogar inicial en Steventon hasta el de Bath, una vez que se retiró su padre como reverendo en aquel lugar. Una vez fallecido este, se mudaron a Southampton y más tarde a Hampshire, donde comenzó a tener más tiempo para revisar sus primera novelas y escribir las tres últimas.
Tras una vida en que renunció al matrimonio, al contrario que las protagonistas de sus libros, Jane Austen enfermó en 1816, en el verano del año siguiente la llevaron a Winchester para un nuevo tratamiento médico, falleciendo el 18 junio de 1817. Fue enterrada en la Catedral de Winchester y en 1967, ciento cincuenta años después de su fallecimiento, se colocó una placa conmemorativa en la Poet's Corner (Rincón de los poetas) de la Abadía de Westminster.




El cierre de esta página sobre estas tres mujeres que lucharon contra la corriente de su época queda bajo la pluma de la escritora inglesa, de la que han quedado las dos últimas cartas a la que hacía referencia su sobrino James  Edward Austen-Leigh en su capítulo sobre los Recuerdos de Jane Austen.




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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Austen, Jane. Persuasión, traducción de Manuel Ortega y Gasset. Penguin Clásico, 2015.
  • Austen-Leigh, James Edward. Recuerdos de Jane Austen,  traducción de Marta Salís. Alba Editorial, 2012.

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