La casa de papel: ¿héroes o criminales?

La casa de papel evoca la búsqueda por la libertad, la recuperación de unos valores que parecen olvidados. Es el renacer de Robin Hood, un Robin que ya no usa arco y flechas, sino que se ha modernizado. ¿Quieres descubrir las claves del éxito de La casa de papel?
La casa de papel: ¿héroes o criminales?
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 15 noviembre, 2022

La casa de papel es una de las series españolas que más éxito ha cosechado en los últimos años. Comenzó siendo una serie para televisión, hasta que Netflix la adquirió y la catapultó a la fama internacional. Se estrenaba en 2017 y continúa cosechando éxitos. Parece que La casa de papel ha venido para quedarse, pero ¿a qué se debe su éxito?

Parece que todo aquello que no es de habla inglesa encuentra numerosas trabas en su distribución. Pero gracias a internet y las nuevas formas de difusión, podemos acercarnos a producciones de otros países que, seguramente de otra forma, jamás habrían llegado a nosotros. Por esta razón, podemos asegurar que gran parte del éxito de La casa de papel se lo debemos a Netflix.

Sin embargo, una serie no solo triunfa gracias al medio, sino que tiene que tener unos ingredientes que llamen la atención del espectador. La casa de papel es la historia de un atraco, pero no un atraco al uso, sino un atraco a gran escala: sin robar a nadie, pero robando a los peces más gordos de la pecera. Una serie de atracadores que usan nombres en clave y no se conocen entre sí seguirán las órdenes del cerebro de esta difícil operación: “El Profesor”. Todos ellos, a excepción del Profesor, se adentrarán en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre con la “sencilla” misión de fabricar 2400 millones de euros.

Disponen de 11 días, poseen rehenes y todo está pensado al milímetro. Desde fuera, El Profesor dará las órdenes y negociará con la policía para ganar tiempo. Una serie claustrofóbica y con identidad propia, amenizada por la música partisana de Bella Ciao y por las máscaras de Dalí (reivindicando su procedencia), que no dejará indiferente a nadie.

Robin Hoods contemporáneos

Robin Hood robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Hood vivía al margen de la ley, luchaba contra el sheriff (figura de poder y opresión), era el héroe de los pobres. Y es que un forajido no tiene por qué ser un mal hombre, puede perfectamente convertirse en héroe, en el hombre de bien. Existe una concepción clásica del héroe que va estrechamente vinculada al orden; un héroe que se enmarca dentro de las normas y de lo establecido como correcto dentro de la sociedad.

Pensemos, por ejemplo, en muchos de los héroes medievales, como el Cid. El Cid fue desterrado por el rey Alfonso, sufrió injusticias y, sin embargo, nunca se rebeló, nunca se enfrentó o trató de invadir su territorio. Los héroes medievales guardaban lealtad a un rey, a una figura superior y poderosa. La honra y la lealtad eran cuestiones fundamentales en la Edad Media y también en siglos posteriores. Incluso, en la actualidad, se instaura un sistema que se da por bueno y todo aquello que se salga de él será “lo malo”.

Robin Hood se sale de la norma y, sin embargo, lo consideramos bueno, ¿por qué? Porque tomamos el orden como injusto, como un órgano opresor que fomenta la desigualdad. Robin Hood es un héroe que difícilmente encajaríamos en el mismo arquetipo que el Cid, pese a poseer ambos raíces medievales. Este héroe que rompe las reglas posee sus propios parámetros de la justicia y, para Robin, el mal es la figura opresora: el poder y la autoridad.

Desafiando las normas propone una sociedad más justa, más igualitaria y, en consecuencia, atraerá a la masa. Y esto es exactamente lo que vemos en La casa de papel, un grupo de ladrones liderados por un inigualable cerebro que, lejos de ser considerados villanos, generan una esperanza en la sociedad.

Tipografía de la casa de papel

Héroes y villanos

La barrera entre héroe y villano se va difuminando cada vez que el opresor ejerce su poder, cada vez que ahoga al oprimido. ¿Cuál es el núcleo de la vida contemporánea? Sin ninguna duda y sin pensarlo demasiado, el dinero. El dinero es el centro regulador de nuestro mundo, el que determina si podemos vivir mejor o peor y el que otorga a los opresores su poder.

Robin roba a los que más tienen para dárselo a los que más lo necesitan, es un justiciero. Los ladrones de La casa de papel no van a dárselo a los necesitados, pero han hecho lo que todos anhelamos hacer: acceder al centro del poder y, desde allí, destruirlo. No destruirlo literalmente, sino que, al adentrarse en él, demuestran que el poder también puede tambalearse y han burlado al opresor.

En la serie, vemos la influencia de los medios de comunicación, cómo las noticias se manipulan y, aún así, la opinión pública se pone del lado de los ladrones. Estos héroes justicieros que obran al margen de la ley tienen su origen no solo en Robin Hood, sino también en el romanticismo. Existe una corriente romántica que nos trae a personajes marginales que cantan a la libertad.

Un ejemplo de esto lo vemos en Espronceda, concretamente, en sus canciones. Espronceda dibujaba personajes que eran proyecciones del yo, del yo romántico; nos trae a personajes como “La Cautiva”, “El Cosaco”, “El Verdugo”… Y, como no, “El Pirata”.

La canción del Pirata supone la exaltación del héroe romántico absoluto, un pirata cuyo único objetivo es vivir en libertad. Es un héroe individual, justiciero, generoso, que rechaza los valores del mundo y vive en el mar porque no hay ley. Es un personaje muy recurrente en el romanticismo europeo, autores como Lord Byron lo incluirán en sus poemas.

Este pirata que desea vivir en libertad es un reflejo de esta lucha contra lo establecido, del héroe romántico. Gran parte del éxito de La casa de papel se debe a que nosotros, igual que los espectadores ficticios de las noticias de la serie, ensalzamos a estos personajes como héroes dignos de admirar, héroes que luchan por su libertad.

Personajes de la casa de papel con la máscara de Dalí

La casa de papel, el verdadero mensaje

Más allá del robo, lo que propone La casa de papel es dudar de lo establecido. No es casual la elección de la canción Bella Ciao como lema de la serie, pues la canción se corresponde a un canto partisano de la resistencia contra el fascismo en Italia. Mucho se ha hablado de si la canción se ha vuelto mainstream a raíz de la serie y, quizás, en parte así sea, y muchas de las personas que la cantan no sepan qué significa realmente.

Pero lo cierto es que, gracias a la serie y a los medios de comunicación de masas, el mensaje parece, en cierto modo, resucitar. Es decir, a partir de un medio grande y poderoso se pueden recuperar ciertos valores del pasado que parecían adormecidos, tal y como ocurre con la máscara de Guy Fawkes en V de Vendetta.

Incluso la máscara de Dalí parece haber adquirido, en parte, un nuevo significado. Este tipo de manifestaciones están encajando muy bien dentro del formato serie, calan muy hondo en la sociedad y generan un fuerte impacto. Y es que en un mundo tan controlado y dominado por el dinero, a veces, necesitamos creer en héroes que nos rescaten, pero no héroes de capa y espada, sino héroes revolucionarios y que nos inviten a pensar y a recuperar la lucha por la libertad.

La casa de papel es una serie que nos trae precisamente esto, héroes de todo tipo, algunos de dudosa moralidad, pero héroes a fin de cuentas. En ocasiones, la serie peca de lentitud, de tramas quizás demasiado edulcoradas para el clima tan asfixiante que presenta, pero se lo perdonamos por brindarnos un canto a la libertad.

“¿Qué es mi barco? Mi tesoro; ¿qué es mi dios? la libertad; ¿mi ley? la fuerza y el viento; mi única patria la mar”.

-Espronceda-

 

 


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