Mañana, dos minutos después de las diez de la noche, el acceso del otoño dejará atrás un verano de extremos que contradice en las cifras oficiales la impresión de la simple vista. En la estadística de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), el trimestre de junio a agosto fue en Asturias el más cálido del último decenio, pero también el más lluvioso desde 2011 y el de más descarga tormentosa en nueve años. Fue una temporada de fuertes contrastes y cambios bruscos, calurosa según las medias del periodo, pero con el número de horas de sol por debajo de lo normal y el de los días de lluvia notablemente por encima (57 en Oviedo frente a los 37 "normales"). Tuvo el junio más caluroso en Oviedo desde 1968 y también el de mayor número de días de tormenta en Gijón desde 2001; tuvo cuatro días de junio por encima de los treinta grados y una semana más tarde máximas que no llegaban a los veinte, y una gráfica de temperaturas y lluvias llena de oscilaciones y picos entre los 36,8 grados de San Antolín de Ibias el 21 de agosto y los 2,2 de Degaña el 5 de junio.

El resumen de esa temporada cambiante y ciclotímica, tal y como lo repasó ayer el delegado territorial de la Aemet en Asturias, Manuel Antonio Mora, certifica que la temperatura media del periodo en la región (18,7) está un grado por encima de lo que los promedios de los últimos treinta años consideran lógico y también que el verano, en esa comparación con la "normalidad" estadística, fue decayendo en los termómetros, de más a menos: "muy cálido" junio, sólo "cálido" julio y "normal" agosto. La lluvia acumulada está dentro de lo que las cifras entienden como habitual para el trimestre estival, 167 litros por metro cuadrado, y aunque eso eleva todos los parámetros registrados en todos los estíos desde el de 2011 no compensa el abundante déficit que acumula en Asturias el denominado año hidrológico. Empieza a contar el 1 de octubre y haciendo el balance desde el pasado, en casi un año, la región ha recibido un 21 por ciento menos de lluvia de lo habitual a causa del déficit acumulado en un invierno extremadamente seco. La muy acentuada escasez de precipitaciones en diciembre y enero "se ha ido arrastrando" a los meses posteriores, explica Mora, y el agua del verano ha amortiguado de forma todavía insuficiente un retraso que ha remitido, que aún era del treinta por ciento antes de comenzar el verano. El caso es que la lluvia acumulada está en en un 21 por ciento por debajo de lo normal en el conjunto de la región, pero llega al 25 en áreas específicas de sequía remarcada, como el Suroccidente o la Cordillera y los Picos de Europa.

Será preciso tener en cuenta, no obstante, que las precipitaciones "tienen una enorme variabilidad", advertirá el delegado territorial. Que sin salir de los últimos cinco años se puede encontrar el año más seco de la historia (2011) y el más húmedo (2015), de suerte que resulta difícil y arriesgado tratar de definir una tendencia.

El comité de bienvenida para el otoño está siendo un mes de septiembre que se ha ganado la consideración de muy frío, "aunque en los últimos días las temperaturas se empiezan a recuperar", y húmedo, con las precipitaciones, ahora sí, elevadas por encima de los valores que la estadística considera normales. Esa predisposición al frío y al agua es el panorama que la Aemet pinta para amenazar con aguar hoy, si nada lo remedia, el día grande de las fiestas de San Mateo en Oviedo. Un "frente frío débil" llega acompañado de bajas temperaturas, lluvias y chubascos, más probables por la tarde, y una tendencia a mejorar de manera gradual a partir del viernes -quedarán nubes resistentes y alguna lluvia residual más probable en el oriente- y sobre todo el fin de semana, con el ambiente dominado por las nubes altas y escasas y la ausencia de precipitaciones. Para la próxima semana, Manuel Antonio Mora adelanta el mismo tiempo apacible de la baja probabilidad de lluvias y las temperaturas completando su recuperación hasta situarse "por encima de los niveles habituales" de estas alturas del primer otoño.