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Telepolítica

El punto ciego de Irene y Pablo

Hay ocasiones en las que un grave accidente de coche puede no tener culpable. Es posible que se dé el caso de que un vehículo en perfectas condiciones sea conducido por el piloto hacia la tragedia sin ser consciente de ello. Me refiero a la existencia del conocido como punto ciego o ángulo muerto. Se trata de un espacio que no es visible por los espejos laterales y por el retrovisor interno. Si otro vehículo se encuentra en ese ángulo, puede que el coche que conducimos se abalance sobre él de manera involuntaria. A mi juicio, esto es lo que creo que ha debido ocurrirles a Irene Montero y a Pablo Iglesias.

Es conocido por todos el exhaustivo seguimiento mediático que recibe todo lo que tiene que ver con el mundo Podemos. Es inconcebible que sus líderes no fueran capaces de vislumbrar la que les iba a caer encima cuando se conociera la compra de su ya famoso chalé. Sólo hay dos posibles alternativas para resolver la duda: o fueron plenamente conscientes de la que se avecinaba y les dio igual; o no vieron el peligro que acarreaba la decisión. Suena extraño que los dos principales dirigentes de Podemos fueran insensibles a un escenario tan evidente como el que se iba a desencadenar. La única explicación posible es que no fueran capaces de ver la amenaza que pesaba sobre ellos. Seguramente, porque el peligro estaba en un punto ciego.

¿Cómo se produce en la visión de un líder un ángulo muerto? Existen multitud de estudios que analizan las características necesarias para dirigir una organización política o empresarial. El liderazgo necesita toda una serie de habilidades que permiten llevar adelante una organización de hombres y mujeres que trabajan conjuntamente para conseguir un logro común.

El profesor de la Universidad de Deusto Jesús Mari Iturraiz ha publicado hace unos meses un interesante libro titulado El Liderazgo en el siglo XXI en el que recoge su visión de las virtudes más necesarias para dirigir una corporación en los tiempos actuales. Para él, cinco son las columnas que sostienen un liderazgo eficaz: pasión, curiosidad, valentía, humanidad y humildad. Algunos de estos rasgos, como la pasión y la valentía, son muy identificables con la forma de entender el liderazgo por parte de Pablo Iglesias y asientan, en cierta medida, su imagen pública y el aprecio de sus seguidores.

En el trabajo de Iturraiz también se refiere a lo que llama conductas descarriladoras. A aquellos comportamientos capaces de provocar graves situaciones de crisis. Es decir, a la existencia de comportamientos que pueden provocar puntos ciegos en la conducción por parte del líder y que pueden concluir en un accidente. En concreto, destaca hasta once rasgos descarriladores:

 

  1. Arrogancia – Implica creer que todos están equivocados y que solo las afirmaciones que uno aporta son las válidas.
  2. Melodrama – Consiste en pretender ser siempre el centro de atención frente a todos los demás.
  3. Volatilidad – Tener habituales altibajos en el carácter y el estado de ánimo.
  4. Excesiva precaución – Significa analizar demasiadas consideraciones antes de tomar cada decisión.
  5. Desconfianza habitual – Trasladar de forma permanente una visión negativa de todo, centrándose en la crítica destructiva.
  6. Distanciamiento – Se produce cuando se olvida el contacto directo con los objetivos perseguidos y con los equipos de trabajo.
  7. Picardía – Alude a la convicción de que saltarse las normas establecidas y las reglas generales no es un serio problema.
  8. Excentricidad” – Buscar rutinariamente la forma de aparentar ante el exterior un camino diferenciado y alternativo a todo lo puesto en práctica de forma habitual.
  9. Resistencia pasiva – Trasladar poca claridad a la hora de definir posiciones negativas frente a personas o acciones que no se comparten.
  10. Perfeccionismo – El obsesivo empeño en que toda tarea esté cuidada hasta el último detalle para alcanzar la máxima excelencia permanente.
  11. Afán por agradar – La permanente insistencia y buscar la máxima popularidad y aprobación general en todas y cada una de sus actuaciones.

Si hiciéramos un análisis pormenorizado de los rasgos que han caracterizado estos últimos años el liderazgo de Pablo Iglesias, podríamos reconocer algunos de estos puntos ciegos descritos. Si no fuera un momento delicado, podría ser hasta un juego divertido identificarlos. Se trata de actuaciones que impiden ver la realidad que te rodea debido a que uno mismo se crea las barreras. Fuera de las consideraciones ya hechas por todos, respecto a los argumentos defendidos por Irene y Pablo para justificar sus actuaciones, no deja de sorprender que no sean capaces aún de entender lo que casi todo el mundo ve de forma manifiesta.

Son evidentes las posturas destructivas mantenidas por sus detractores. Falta por conocer si, desde su entorno más fiel, les han transmitido las necesarias críticas que les ayuden a entender lo que realmente ha ocurrido y cuáles deberían haber sido los pasos adecuados para llevar adelante su actuación. Había fórmulas evidentes para poder haber avanzado por el camino que deseaban recorrer sin cometer tantos errores, empezando por cómo se dio a conocer la noticia, pasando por las declaraciones posteriores y hasta llegar al más que discutible referéndum planteado.

Nada bueno va a quedar después de la crisis abierta. Cuando surge un problema en la vida política el mayor error que puede cometerse es no aceptar la equivocación. No se puede reparar una avería en un vehículo si no se detiene y se arregla el desperfecto. Negar el mal funcionamiento suele agravar el problema.

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