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Mujeres escritoras en la ciencia ficción: historia de una fantasía eclipsada

Pese a que fue una mujer –Mary Shelley–, la que se inventó el género, las mujeres han sido largo tiempo relegadas a un segundo plano tras los Ballard, Lem y compañía. Dos siglos después de aquel hallazgo, ellas copan de nuevo esta literatura.

Alice B. Sheldon
La escritora Alice B. Sheldon trabajando en su estudio.- JAMESTIPTREEJR.COM

Ha llovido desde que una mujer –Mary Shelley– tuviera a bien inventar la Ciencia Ficción de la mano de aquel muchachito confuso hecho de remiendos llamado Frankenstein. Corría el año 1818 y era un inicio prometedor para un género que, en lo sucesivo, se fue convirtiendo en un reducto cipotudo. Si nos atenemos a lo ceremonioso, 2020 ha sido un año de centenarios en el que autores como Joan Perucho o Isaac Asimov han sido evocados y, en cierto modo, reacomodados en esa historia machirula del género.

Un historia que reverencia con honores a autores de la talla de Ray Bradbury, H. G. Wells, Philip K. Dick, Aldous Huxley, Stanislaw Lem o J. G. Ballard, pero que pasa de puntillas cuando son ellas las encargadas de surtir al personal de distopías y androides. No en vano la realidad es tozuda y un somero vistazo al estante de novedades evidencia hasta qué punto en la actualidad la ciencia ficción la escriben, en su mayoría, mujeres. 

Pero antes de entrar en distopías presentes, conviene viajar al pasado. Una de las elusiones más sangrantes ha sido la de Alice B. Sheldon, nacida en Chicago en 1915 y autora, entre otros títulos, de La brecha estrellada, La luminosidad cae del aire y Los cuentos de Quintana Roo. Oculta bajo el pseudónimo de James Tiptree Jr., Alice fue amante de lo imposible. Su estilo, imaginativo y eléctrico como pocos, fue hilvanando una extensa obra plagada de tensiones en las que el deseo de lo carnal se da de bruces con los rigores del determinismo biológico. La realidad y el deseo.

El caso de Tiptree es especialmente llamativo ya que, oculta bajo su máscara de señoro, su obra generó debates interesantes como el originado por Robert Silverberg, prolífico autor de ciencia ficción –coleguita de Asimov para más señas– que tuvo a bien tildar de "absurda" la teoría que aseguraba que Tiptree era en realidad una mujer porque había algo "ineluctablemente masculino" en su forma de narrar las distopías que barruntaba.

Otra pionera, recientemente fallecida y relegada durante años a un segundo plano, fue Ursula K. Le Guin, de quien por cierto se acaban de publicar sus Conversaciones sobre la escritura (Alpha Decay). Cuentos de Terramar, Los desposeídos o La mano izquierda de la oscuridad son algunos de sus principales títulos, fantasías pre-Reagan que abordan preocupaciones sociales y políticas como el género, la sexualidad o el conflicto con la utopía.

En tiempos del #MeToo, rastrear y ponerle nombre a las pioneras del género da que pensar. Del ostracismo histórico pasamos a un momento en el que la mejor literatura de ciencia ficción está siendo escrita por mujeres. Si a mediados del siglo pasado eran pocas las mujeres que profesaban este género, como fugitivas en un campo de nabos, en 2019 las tornas han cambiado y de qué manera. Ahora son ellas las que llevan la voz cantante y las que copan las listas de libros más vendidos.

Hablamos de autoras de la talla de Susanna Clarke, Lauren Beukes, Becky Chambers, J. K. Rowling, Suzanne Collins, Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Anna Starobinets, Nnedi Okorafor. Un nutrido elenco de escritoras que, además de vigorizar el género, le han ido confiriendo matices hasta la fecha inauditos o poco abordados. Sus textos ahondan en enfoques LGBTIQ+, poshumanismo o glocalización, además de ofrecernos una mirada feminista cuya influencia en el género es todavía difícil de calibrar pero que, en cierto modo, acaba con su invisibilización.

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