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Europa

Durmiendo con el enemigo… ideológico

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Helmut Lethen y Caroline Sommerfeld en su apartamento en Viena, Austria. Ellos representan a dos generaciones y dos posturas intelectuales en el actual debate político.Credit...Akos Stiller para The New York Times

VIENA — Cuando ella dice identidad; él escucha exclusión. Cuando él dice diversidad; ella escucha islamización.

Él la acusa de olvidar la historia; ella lo acusa de obsesionarse con ella. Él la llama racista; ella le dice masoquista nacional.

Helmut Lethen, de 79 años, y Caroline Sommerfeld, de 42, son escritores. Representan a dos generaciones y dos bandos intelectuales en una Alemania cada vez más dividida. Son enemigos políticos.

Y están casados.

Su matrimonio es excepcional, incluso incomprensible, pero también es un laboratorio para ejercer la tolerancia y una ventana para ver cómo piensa el otro. A diario, y de manera íntima, tienen un diálogo que no se practica en su país.

Es una historia de amor muy alemana (aunque la pareja vive en Austria, donde él imparte clases), que está muy relacionada con el quincuagésimo aniversario del movimiento contracultural que sigue siendo un hito de la historia mundial de la posguerra —y del ascenso del movimiento contracontracultural de la actualidad—.

Mayo de 1968 fue importante en Europa, impulsado de igual manera por la población joven, la liberación sexual, el desacuerdo con la guerra de Vietnam y el descontento general con el poder establecido de la época. Además, produjo casi la misma trayectoria para sus baby boomers, desde estudiantes revolucionarios en ciernes hasta élites liberales conservadoras.

Alemania no fue la excepción, como tampoco lo fue Lethen.

Lethen, quien entonces era un estudiante activista, jugueteó con el comunismo y se rebeló contra las élites de la posguerra en Alemania que, como lo dijo él, “aún apestaban a nazis”, solo para hacerse parte de la corriente cultural principal del país.

Sommerfeld, filósofa por derecho propio, siguió otro movimiento contracultural: en el verano de 2015, mientras cientos de miles de refugiados llegaban a Alemania, descubrió la “nueva derecha”, la punta de lanza intelectual de un movimiento nacionalista que considera que el islam y la globalización son amenazas existenciales.

Su esposo había celebrado la llegada de los refugiados: “Creo que es la primera vez en nuestra historia cultural en que le hemos dado la bienvenida a lo extranjero de esta manera”, comentó.

Sin embargo, Sommerfeld se sintió “ansiosa” y “repelida”.

Hoy, espera que su propio movimiento marginal toque una fibra en el espíritu cambiante que haga eco en Alemania y más allá, así como lo hizo el de su esposo en su momento.

“Somos el megáfono de una mayoría silenciosa”, afirma.

Lethen rechaza esa analogía.

“A nosotros nos movía un anhelo por el mundo, veíamos hacia el futuro”, dijo. “A ellos los mueve el anhelo de regresar al vientre de la tradición teutona. Es una nostalgia por un pasado que jamás ocurrió”.

Sus diferencias ideológicas son tan marcadas que parecen imposibles de reconciliar dentro de una relación nacida del romance que comenzó cuando ella era estudiante universitaria y escribió una tesis titulada Cómo ser moral. Llamó la atención de Lethen en su seminario.

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A través del libro más reciente de Lethen, una obra ampliamente elogiada sobre la élite cultural del régimen nazi, se puede obtener una lectura de la extrema derecha intelectual por la que su esposa aboga.Credit...Akos Stiller para The New York Times

Después de compartir una cama durante dos décadas, el interés en Kant, en la jardinería y la crianza de sus tres hijos, aún charlan.

“La familiaridad con el otro lado es buena”, dijo ella.

“Hablar es mejor que no hacerlo”, dijo él.

Solo en eso están de acuerdo.

Sommerfeld, quien celebró la victoria electoral de Donald Trump con champaña, es coautora de un libro llamado Viviendo con la izquierda. (Lethen lo llama “Viviendo con Lethen”).

Ella lo describe como un libro de autoayuda para la derecha extrema, en el que les ofrece consejos a los lectores acerca de cómo rebatir los argumentos de izquierda y cómo provocarlos (comparando a los veinte millones de personas que murieron bajo el mandato de Stalin con los seis millones de judíos que fueron asesinados por los nazis).

En cuanto al libro más reciente de Lethen, un volumen aclamado por los críticos acerca de la élite cultural bajo el gobierno nazi, también puede leerse como una carta dirigida a la extrema derecha intelectual. Entre las dedicatorias está un agradecimiento a Sommerfeld, “quien hizo vibrar este libro”.

El libro habla sobre cuatro luminarias alemanas —un director musical, un actor, un cirujano y un profesor de Derecho— que, a diferencia de muchos otros, decidieron quedarse en la Alemania nazi y ayudaron a legitimarla.

Siempre le había causado conflictos: “¿Cómo pudieron llegar a una alianza de la alta cultura con ese Estado asesino?”, preguntó Lethen.

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Sommerfeld es coautora del libro "Living with the Left". Ella lo describe como un libro de autoayuda para la extrema derecha, en el que ofrece consejos sobre cómo contrarrestar los argumentos de las personas de izquierda y cómo provocarlas.Credit...Akos Stiller para The New York Times

El padre de Lethen se había unido al partido nazi de Hitler en 1928 y también a los movimientos a favor de ese grupo. Jamás habló al respecto después de la guerra. Lethen dijo que en nueve años de bachillerato en la década de los cincuenta ninguna clase de Historia mencionó el Holocausto. Aprendió sobre los campos de concentración en el cine, donde vio Noche y niebla, un documental francés, en 1957.

Ha cargado con el recuerdo como si tuviera “piedras en el pecho”.

El movimiento estudiantil de la década de los sesenta, dijo, tenía como meta “abrir los archivos silentes de nuestros padres”. Se convirtió en miembro de un grupo disidente maoísta, una de muchas organizaciones pequeñas comunistas cuyos líderes después se convirtieron en académicos, profesores o políticos de centroizquierda.

Después de dar clases en una universidad holandesa durante dieciocho años, regresó a Alemania para enseñar en la Universidad Rostock en la antigua Alemania Oriental y conoció a Sommerfeld en uno de sus seminarios.

El padre de ella también maduró en 1968. Recuerda que sus padres organizaban reuniones políticas en su sala. También recuerda cómo la pareja de su abuela, un exnazi, jamás tuvo permitido entrar a su casa.

“Mis ideas tomaron forma gracias a la generación del 68”, dijo. “Eran mis padres, mis profesores, mis maestros. Todo lo que leí en la escuela estaba teñido por sus ideas”. Eso incluye la acción de rebelarse contra la generación anterior y la corriente cultural principal.

Incluso los métodos de la nueva derecha se inspiran en gran medida en el movimiento de 1968: provocar con el lenguaje; organizar manifestaciones pacíficas; infiltrar a las editoriales de extrema derecha en las ferias de libros; romper tabús como ponerle una burka a la estatua de la emperatriz María Teresa I en Viena; forjar vínculos internacionales con movimientos similares.

Una vez, Lethen se sintió tan exasperado que escribió cinco condiciones como base para una charla entre ellos. Tres de ellas tenían que ver con reconocer el Holocausto y los crímenes de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Ella los rechazó todos. No porque niegue el Holocausto, dice, sino porque rechaza la noción de que debería definir la identidad alemana moderna.

Quiere salir de “esta obsesión patológica colectiva con el Holocausto, que es la base de todo el discurso moral de la generación del 68”, dijo.

“Quiero decir: ‘Queridas personas de izquierda, esta obsesión con esos doce años es toda suya. Pueden regocijarse en ella, pero es algo con lo que no quiero lidiar cada minuto del día’”, mencionó. “¿Por qué no podemos enfocarnos en los aspectos positivos de nuestra historia?”, preguntó.

“Es algo positivo lidiar de manera honesta con la historia”, insiste su esposo.

Desde entonces, el terreno común se ha resumido a lo esencial: una suposición de buena voluntad y racionalidad. Además, se enfocan en las cosas que comparten —sobre todo el bienestar de sus tres hijos—. Tienen una regla: ninguno tiene permitido llevar a sus hijos a marchas políticas.

“Estamos comprometidos, en las buenas y en las malas”, dijo Sommerfeld, mientras bebía el té herbal que su esposo acababa de prepararle para calmar su garganta irritada.

No quedó claro si hablaba de su matrimonio o de su país. O de ambos.

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