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Tribuna
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¿Por qué no se venden perritos calientes en la calles de Madrid?

La autora sostiene que Manuela Carmena levantó barreras para los emprendedores, pero la burocracia sigue siendo un problema

Una ordenanza municipal para la dinamización del comercio en el dominio público levantó todas las barreras que impedían la venta callejera de estas salchichas con pan y salsas varias. La alcaldesa Manuela Carmena fue a más, agilizó el proceso suprimiendo trámites. Los emprendedores, mediante una declaración responsable de atenerse a la legalidad, podrían empezar a trabajar de inmediato. Las Juntas de Distrito se encargarían de la gestión.

Nadie en el Ayuntamiento se ocupó de diseñar el guion de trámites y requisitos que convendría exigir. El emprendedor madrileño que quiera crear empleo y contribuir a homologar la gastronomía callejera con otras ciudades europeas está obligado a esquiar fuera de pista. Así es, le espera un vía crucis con muchas y estaciones, y más de un año transitando por dependencia municipales: sanidad que controla calidad nutricional de salchichas y pan, medioambiente que vigila humos y ruidos del carrito, mobiliario urbano que se preocupa del estilismo del carrito, comercio que controla la venta ambulante, paisaje urbano que coordina el combinado de mobiliario urbano, vías públicas que administra la ocupación del espacio público, movilidad que vigila que la ocupación de las calles no altere ni el orden ni el tráfico, urbanismo que tramita la declaración en la que el ciudadano se declara responsable del cumplimiento de toda la normativa, y hacienda municipal que tiene que determinar el canon que el expectante ciudadano ha de pagar al municipio por ocupar la calle con el carrito.

Al probo funcionario del distrito, nivel peatonal en la jerarquía municipal, que recibe la solicitud de autorización para el ejercicio de la actividad y de ocupación de la calle, nadie le ha informado de que la venta de salchichas ya no está prohibida, es más, no tiene la más mínima idea de que, a día de hoy, es deseo municipal dinamizar la actividad económica en las calles madrileñas. El solo sabe de la prohibición ancestral de vender comida en la calle. Con disparo certero despacha la solicitud con un “imposible de admitir a trámite, no está prevista tal actividad”, cerrando así las puertas del cielo al desolado ciudadano.

Ni siquiera queda el “vuelva usted mañana”. Se ha agravado la cantinela de Larra. España siempre es España, pero en Madrid con un gobierno moderno y progresista cabría esperar que las políticas diseñadas en la cúpula tuvieran trazado el camino para hacerlas eficaces, y no es así. Un agujero negro invade la gestión municipal, mantiene ciegos y sordos a los funcionarios que atienden la ventanilla, y hacen inútiles los buenos deseos de nuestra alcaldesa.

Un decreto de la alcaldesa creando el protocolo de la actuación sería suficiente. Se puede. Se debe.

Blanca Moltó, abogada urbanista.

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