Tecnología

¿Cómo será 2027? Esto es sólo parte de lo que te espera dentro de 10 años

Hace 10 años, en 2007, no tenías un iPhone. Ni un Android Hace 20 años había sólo 36 millones de personas conectadas en todo el planeta La culpa de todo esto la tiene la “ley del rendimiento acelerado”
Niños niños futuro futuro.
Niños, niños, futuro, futuro.'Tomorrowland' (Brad Bird, 2015)

El principal cambio que ha traído Internet es que resulta imposible darnos cuenta de lo deprisa que vamos. Mirar atrás, contextualizar, ponerlo todo en orden es una tarea áspera. No somos conscientes del vértigo de los días, de los cambios irremediables, de que… Vayamos a algo fácil: hace 10 años, en 2007, no tenías un iPhone. Ni un Android. No existía el smartphone como lo conoces, un cacharrito que ha cambiado el mundo. Diez años antes de eso, Internet era todavía algo ajeno, con sólo 36 millones de personas conectadas en todo el planeta. Menos que la población de España.

El smartphone de 2006 de Nokia. Los finlandeses pasaron del todo a la nada en menos de 10 años.

D.R.

Ahora imagina que en 1996 hablas de que, en poco más de una década, el móvil será reproductor de CD, magnetófono, Polaroid, ordenador de sobremesa y todo lo que se te ocurra. Y que Internet devorará todo: la música, el cine, el papel...

Que en 2006 anuncias que el móvil será tu banco, tu brújula, tu plano, tu consola de videojuegos, tu terraza con los amigos y tus reuniones familares. y que lo que menos harás será llamar con él. Hablar sí. Pero no con otras personas. Sino con el propio móvil, capaz de entenderte. Que media población mundial estará conectada a Internet, que lo hará principalmente sin cables y que una de cada cuatro personas del planeta será socia de un club de estudiantes universitarios llamado Facebook.

Que el ordenador de sobremesa no se convertirá en la nueva caja tonta. Y, aún así, las mayores empresas del mundo serán las que tengan que ver con Internet. Porque lo harás todo a través de ese medio. Hasta ver cine y tele en ese móvil aún inexistente en el momento de predecirlo. Con la calidad de una tele de alta definición, esa cosa de la que en 2006 apenas estás oyendo hablar. Porque hasta 2008 no adelantarán en ventas a las teles de tubo de toda la vida.

Uno de los nombres para esta velocidada es “ley del rendimiento acelerado”, una teoría acuñada por una de las mejores mentes de Google durante años, Ray Kurzweil. También hablamos de un futurista que ha examinado toda nuestra historia tecnológica para llegar a una conclusión: vamos cada vez más deprisa. En 1900 no volábamos. En 1968 pisábamos la Luna. En 1946 el primer ordenador era más grande que tu salón y pesaba lo que una manada de elefantes. Hoy llevas algo en el bolsillo que es millones de veces más potente, pesa pocos gramos y es increíblemente más versatil. No es sólo que vayamos a más: es que lo hacemos con saltos cada vez más largos, más rápidos y más potentes que sus precedentes.

La realidad aumentada que nos espera, según el cortometrajista Keiichi Matsuda

Keiichi Matsuda / 'Hyper Reality'
Ahora hablemos de 2027. De Marte o de tu coche

Empecemos con un hito, porque los hitos son bellos y nos engrandecen como especie. ¿Qué tal Marte? Si todo va bien, en 10 años un puñado de personas se estarán jugando el cuello en algo mucho, muchísimo más complicado que llegar a la Luna. Y el tipo que habrá promovido eso no será un excientífico nazi trabajando para la NASA, sino uno de los hombres que habrá ilegalizado el coche que tienes hoy: Elon Musk. Míster Tesla.

Bueno, uno de ellos. Algo que todos los fabricantes de automóviles de hoy buscan es el coche autónomo. Uno que no necesite conductor, produzca una cantidad increíblemente menor de accidentes -porque las máquinas cometen menos errores que tú o que yo. Tienen más reflejos. No beben alcohol - y funcione como una colmena.

En 10 años no habrá atascos kilométricos. Es posible que tampoco semáforos ni pasos de cebra. Ni conductores. Ni señales. Los coches, creados para ser educados, calcularán en sintonía qué es lo mejor para cada uno, desde riesgos en carretera hasta rutas preferentes. Apoyados por inteligencias artificiales capaces de aprender cada día. A las que podrás llamar Dirección General de Tráfico, sin que sea un eufemismo o un apéndice burocrático.

En ese escenario, conducir voluntariamente con manos humanas será ilegal. Como llevar un arma cargada por la calle apuntando al resto, más o menos. Y con los mismos argumentos por los que hoy un vaquero no puede recorrer la autopista al galope. Un mundo en el que tener coche propio será una estupidez. Para qué.

El futuro exacto del coche con conductor: fuera de las carreteras.

CC0 Pixabay / mstodt
Máquinas que te cuidan

Cualquier desplazamiento que necesites hacer ya lo sabe tu inteligencia artificial personal. Llámala Siri, Cortana, Asistente de Google o cualquier otra variante de aquí a 10 años. Tiene tu agenda, conoce tus recorridos y sólo tendrás que confirmarle verbalmente que necesitas estar en el sitio X a la hora Y. Un coche con varios pasajeros dentro parará frente a ti, reconocerá tus rasgos y te llevará a tu destino, por una ruta óptima. Recogiendo y descargando gente por el camino. Ir solo es mucho más caro y excéntrico.

No tienes que pagar físicamente a ese taxista etéreo. Porque el dinero, entendido como billetes y monedas, ya no existe. Tampoco como tarjetas de crédito : el heredero de tu móvil -posiblemente unas gafas de pasta aparentemente normales, conectadas inalámbricamente a una diminuta cajita negra sin pantalla, pero con cámara y otras cuantas sorpresas, como un miniproyector- te presentará el pago electrónico por el desplazamiento, directamente ante tus ojos. Y tú aceptarás con un gesto o una palabra.

No te preocupes por la batería: no habrá avanzado mucho por el camino actual -tampoco reduciremos mucho más el tamaño de lo que hoy son los smartphones, porque estamos muy cerca del límite físico de los materiales actuales-. Pero esos coches, los edificios forrados con paneles solares inteligentes y casi todo punto fijo, contarán con cargadores inalámbricos. Seremos, más que nunca, homo electricus, completamente dependientes. Tus gafas-pantalla evitarán que, como hacemos hoy, desbloqueemos el móvil más de 80 veces al día. También los paseos inmersos en el smartphone que hoy pueblan las ciudades de cogotes titubeantes. Podrás ver la vida real e Internet al mismo tiempo. Se llama realidad aumentada, y este corto futurista de Keiichi Matsuda ilustra muy bien lo que te espera :

También lo harás en ciudades más espaciosas: los soportes publicitarios, las marquesinas, las vallas y señalizaciones dejarán de tener sentido con estas gafas que te indicarán el camino y convertirán tu vida en un videojuego de flechitas indicadoras y suaves voces que te guíen. Alterar el entramado de calzadas y aceras llevará mucho más tiempo. Pero la publicidad estará ahí, sin embargo: en el cielo, o detrás de esa persona a la que estás admirando. Es el precio a pagar desde que tu IA portátil ha detectado el pulso que te provoca, las pupilas dilatadas, la pequeña hiperventilación al cruzar la mirada. Un pequeño contraste con tu servicio médico de Internet, tan veloz que es imperceptible para un pobre humano, revela que te estás enamorando. El momento perfecto para venderte algo.

La edad transitoria, el amor ficticio

2027 es el año del hiperestímulo. La realidad virtual seguirá siendo un entretenimiento casero, capaz de permitirte viajar por el mundo en directo. Conectarte a drones diminutos con los que recorrer la Gran Muralla o el interior del Louvre o competir en carreras de robots donde apostar por tu habilidad. Olvidarte del paintball o cualquier experiencia extrema para sumergirte en videojuegos con sensaciones táctiles. ¿Paracaidismo? Eso es para gente del pasado, que no podía permitirse volar en primera persona. Si quieres una experiencia en vivo empieza a reservar plazas en vuelos turísticos al espacio exterior. Gravedad cero y la Tierra a la vista.

Pero, para. Te habías enamorado. Aniquila estos anuncios de futuro con un parpadeo, un leve gesto de muñeca, o un silbido y vuelve a esa persona. ¿Qué le falta? ¿Cómo querrías que tuviese el pelo? ¿Prefieres que sea ella quién te muestre otro look? Los filtros de Snapchat o Msqurd de hoy, el swapface, la alteración en tiempo real del rostro que usamos para divertirnos, son el maquillaje del mañana: colorete de alteración digital.

Modernos nacidos con el siglo XXI prolongarán su adolescencia con tatuajes holográficos, animaciones personalizadas, rostros distorsionados. Habrá broncas de pareja inconcebibles hoy, cuando el otro espíe tu dispositivo y descubra que llevas dos semanas besando sus labios, pero viendo el rostro de la última estrella de Netflix superpuesto al suyo.

Una estrella que no nació de humanos, sino que está construida en perfectas tres dimensiones basándose en los gustos promediados de los espectadores. Es sólo la primera, pero es fácil hacerse a la idea de que en 2037 no habrá actores humanos reconocibles en el mainstream. Sobre todo cuando quedan menos de mil salas de cine en todo el planeta. Ninguna puede competir ya, a ningún precio, con la calidad IMAX que te da la realidad virtual en casa.

Para los que todavía quieran ligar presencialmente, serán las IA las que hagan de moderna Tinder-Celestina. ¿Has visto las pulseras de los festivales de los últimos años? ¿Esas que con un código de colores indican la soltería o intenciones? Suma eso a lo que hoy es Tinder y añade una máquina susurrándote en el oído que “a mi amiga le gustas tú. Y también todas estas cosas, según su perfil público”. Sin espacio para los egos heridos, la insistencia o la petulancia.

Una sociedad desposeída

La propiedad, el amor, el trabajo y la economía seguirán el mismo camino. En el mejor de los casos, estamos hablando de algo llamado la economía de la post escasez. Las energías renovables, el reciclaje y la robotización progresiva de esta década que viene tendrán una consecuencia positivas: electricidad gratuita y universal -liderada por un empuje solar masivo- y una sociedad en la que la economía colaborativa, lo que hoy llamamos Uber o AirBnb, sea algo ubicuo.

Los jóvenes millennials y sus herederos, criados en estos coletazos del viejo orden predigital, habrán extendido las preferencias en las que se criaron. Con un mensaje predominante: poseer cosas no será necesario. Piensa en Spotify o en Netflix llevado a cada aspecto de la vida : algo que no tienes, que no es tuyo, pero a lo que puedes acceder en cualquier momento. Si Google apuesta por un futuro en el que Internet salga de la pantalla. Si Amazon quiere prescindir de los humanos y montar una comunidad de robots que almacenen y sirvan pedidos. Si Facebook aspira a una sociedad global conectada en un plazo de una década, alimentada por inteligencias artificiales…

Entonces la suma de esos factores desembocará en un mundo donde tener sea menos importante que acceder. Una vida ligera de equipaje, movida por las preferencias y los gustos, empujada por los avances biosanitarios a una especie de eterna juventud. La antesala de una transformación tan inconcebible como la que supusieron, entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, la creación de las fábricas y los ferrocarriles. Y en 2026, hablaremos de la singularidad como objetivo futuro y plausible. El momento en el que dejemos atrás todo lo que hemos vivido hasta ahora como humanos.

Actualizado: Artículo publicado originalmente el 24 de mayo de 2016.

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