"Hay más cosas que uno puede hacer no viendo, que las que la mayoría de la gente cree", dice Javier Suñé (50). Y su vida parece ser un manual de todas ellas. Es técnico superior en Turismo, en instrumento para banda y orquesta, en sistema Braille, miembro de la comisión directiva de la Biblioteca Argentina para Ciegos, integra la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos, sabe masoterapia y se formó en el Instituto Argentino de Gastronomía.
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"Hay más cosas que uno puede hacer no viendo, que las que la mayoría de la gente cree", dice Javier Suñé (50). Y su vida parece ser un manual de todas ellas. Es técnico superior en Turismo, en instrumento para banda y orquesta, en sistema Braille, miembro de la comisión directiva de la Biblioteca Argentina para Ciegos, integra la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos, sabe masoterapia y se formó en el Instituto Argentino de Gastronomía.
Justamente por el lado de la cocina viene el lazo que establecerá desde su Florida natal, en Vicente López (Buenos Aires) con Jujuy. Hoy, de 17 a 19, junto a la licenciada en Nutrición Alicia Lucero de Gansslen -integrante de "Mujeres Derribando Barreras" (Mudeba)- brindará el segundo encuentro inclusivo "Compartiendo sabores y saberes" con platos navideños. Es gratuito y las inscripciones se realizan a través de Fabiola Ávila al 388-4325893. Se puede solicitar el listado de ingredientes para prepararlo en vivo.
Javier tiene un hijo de 18 años, cuando era poco mayor que él y terminaba Turismo en Villaguay (Entre Ríos) empezó con los problemas visuales, ya tenía el diagnóstico de una enfermedad congénita.
"Siempre fui muy curioso, muy de participar en los quehaceres de la casa, desde la parte de la construcción, electricidad, hasta la cocina", comenta a El Tribuno de Jujuy sobre el origen de su afición por la gastronomía. Entonces, por el 2009, surgió la oportunidad de una capacitación a través de la ong Audela que tenía el proyecto "Gallito Ciego", un restaurante a oscuras inspirado en una experiencia holandesa. "Estuvo funcionando un tiempo en el Instituto Román Rosell y después para que sea más participativo se le ocurrió a la directora Mónica Espina montarlo sobre un colectivo, de allí el "Gallito Ciego móvil". Ahora está funcionando como food truck, por la situación de la pandemia. Ha ido a algunos lugares del interior pero no tanto como se esperaba: a Comodoro Rivadavia, a Salta y por el Conurbano, es también una excusa para abrir el debate y mostrar las cosas que pueden hacer las personas con discapacidad visual", indica.
Mientras que las capacitaciones de cocina, que brinda desde hace 3 años con Tania García y un grupo de voluntarios, se enmarcan en la propuesta de la ong Tiflonexos; entidad que además de compartir libros de formato digital cuenta con otras actividades.
"Sin ver se puede cocinar, como otras tantas cosas que la mayoría de la gente piensa que no se pueden hacer", indica y resalta la importancia del tacto, el uso del fuego respetando distancia, centrando, usando en lo posible ollas más pesadas y que el mango de la sartén vaya hacia la mesada para no volcarlo. "Se manejan los tiempos cuando uno va conociendo su cocina, usamos mucho el olfato. ¿Cómo saber si una presa de pollo está lista? La pinchamos con un tenedor, si se retuerce en sí mismo y se desprende la carne está lista o se corta un pedacito y se va probando", ejemplifica.
Remarca que es importante ser meticuloso, rotular en Braille, tener en cuenta el vencimiento de la mercadería y colocarla en distintos lados de la despensa.
Admite que "nos ha tocado en el taller gente que no sabía hacer un repulgue, abrir una lata, eso está un poco en la rehabilitación que haya tenido o no, o también en las inquietudes, creo que la persona debe buscar su autonomía, porque tiene que salir de la persona".
Finalmente siente que "a veces en esta pandemia fue terapéutico, hoy voy a hacer algo en la cocina y disfruto, lo disfruto porque es para mí o para agasajar a alguien. La comida es como el mate, se comparte".