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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
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Elecciones municipales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Barcelona: sobre trilemas y elecciones

El Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona se plantea las acciones a seguir ante las municipales de 2019

EFE/Susanna Sáez
EFE/Susanna Sáez
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El debate sobre la Barcelona del futuro parece haberse reanimado en los últimos meses, azuzado por el acercamiento de unas elecciones municipales más inciertas que nunca respecto a quién estará en condiciones de gobernar la ciudad. Lo indudable es que gane quien gane, lo hará de nuevo en un marco de gran fragmentación del pleno municipal, de manera que habrá que gobernar mediante pactos que en muchas ocasiones deberán saltar las fronteras ideológicas de cada cual.

En este sentido, el reciente artículo en este mismo blog por parte de Carlos Mascarell – El trilema de la marca Barcelona– aporta elementos muy interesantes para el debate que interpelan no sólo a los partidos, sino a todos aquellos que trabajamos para hacer de nuestra metrópoli un mejor lugar donde vivir. Quería, por ello, incorporar algunas reflexiones y propuestas al respecto.

El planteamiento de Mascarell es situar en el centro del debate la resolución de un trilema: cómo hacer compatible la preservación de la democracia local y el espacio público urbano con la tecnología y la economía digital, teniendo en cuenta que algunas de sus externalidades suponen una amenaza para la cohesión social. Su propuesta, en esencia, consiste en construir nuevos marcos regulatorios adaptados a las nuevas realidades (desde la "uberización" de la economía a la titularidad y circulación de los datos que generamos) y en establecer mecanismos de compensación (desde más economía social a nuevos instrumentos del estado del bienestar, como la renta básica universal) para quienes irremediablemente se contarán entre los perdedores.

Llevado este debate al terreno de lo que nos jugamos en las próximas elecciones municipales, proponer respuestas a dicho trilema es esencial para marcar posiciones entre partidos. Sin embargo, si queremos que la contienda se conduzca por los cauces adecuados es imprescindible explicitar cuál es el terreno de juego, cuál es el reglamento y cuáles son los equipos en liza.

Por lo que respecta al "terreno de juego", habría que reconocer que sus dimensiones no son las de la ciudad, sino las de la metrópoli, más allá incluso de los 36 municipios que hoy configuran el Área Metropolitana de Barcelona. Recordemos que actualmente en las elecciones municipales se elige indirectamente el pleno de esta administración que gestiona alrededor de 700 millones de euros de presupuesto ordinario y que tiene a su cargo cuestiones tan determinantes para el futuro como el planeamiento urbanístico. Introducir el debate sobre el gobierno de la metrópoli en las elecciones municipales sería, sin duda, una gratificante novedad, como igualmente importante es que las estrategias frente al trilema o frente a cualquier otro reto de futuro se articulen teniendo en cuenta el conjunto del territorio metropolitano.

En cuanto al "reglamento", como reconoce el propio Mascarell en su artículo, muchas de las posibles soluciones al trilema pasan por políticas o regulaciones que en nuestro país se encuentran lejos del alcance de los gobiernos locales (sean municipales o metropolitanos). Aunque llevamos más de una década pregonando que el futuro es de las ciudades y que los estados-nación son algo anticuado y cada vez más irrelevante, seguimos chocando con la dura realidad, que no es otra que los instrumentos que pueden permitir grandes transformaciones siguen estando en manos estatales: no se resolverá el problema del alquiler sin una nueva Ley de Arrendamientos Urbanos, ni podrá haber una renta básica universal o un salario mínimo de ciudad sin cambios en el modelo de financiación local y en la distribución de competencias, por citar algunos.

Que los partidos que concurran a las elecciones municipales reconozcan esta cuestión evitará los clásicos brindis al sol de los programas electorales y les obligará a tomar posiciones sobre qué tipo de poder local proponen; si apuestan o no por mayores dosis de municipalismo, por ejemplo.

Esto por lo que respecta al reglamento oficial. Pero existe otro reglamento menos explícito que condiciona igualmente la capacidad de afrontar los cambios que las ciudades necesitan para adaptarse a los retos del siglo XXI: el de los estilos de vida. Que levante la mano quién esté dispuesto/a a cambiar drásticamente de manera voluntaria su estilo de vida y su modelo de consumo. Bien, ¿y de forma obligada? El ejemplo de la Superilla nos puede ayudar a tener una idea sobre el resultado de esta votación.

Nuestro estilo de vida imperante es en gran medida el que hace las ciudades menos vivibles

Podríamos convenir, pues, que éste sería un cuarto dilema: ¿cómo hacer compatible nuestro estilo de vida con una ciudad más habitable? La mala noticia para los partidos que concurran a las elecciones municipales es que el dilema es falso, porque la respuesta es "de ninguna manera". Nuestro estilo de vida imperante es en gran medida el que hace las ciudades menos vivibles. Así que, si se quiere tener credibilidad, ya se pueden preparar para los programas y debates electorales propuestas concretas para la reducción de las emisiones de CO2 (afectando, sí, al volumen de tráfico de automóviles, barcos y aviones), para la disminución del uso de plásticos (eliminando, sí, bolsas y envases de nuestras vidas) o para la preservación del espacio público (despejando, si, las aceras y plazas de motos, terrazas, vendedores ambulantes y juerguistas en paños menores).

Llegamos aquí al más decisivo de los elementos para solventar con éxito el trilema y para dilucidar cuál es el posicionamiento de las diferentes opciones políticas concurrentes: "los equipos en liza", es decir, qué intereses económicos y, en definitiva, qué relaciones de poder se defienden en cada caso. Mascarell señala con acierto la necesidad, por ejemplo, de articular mecanismos de compensación para los perdedores del desafío digital. La cuestión es si está predeterminado quiénes van a ser esos perdedores o en qué medida van a serlo. Y si es posible actuar antes de que los previsibles ganadores arrasen.

Tenemos sobre la mesa desde hace tiempo cuestiones como la vivienda o el turismo, donde las cartas ya están echadas y tratar de repartirlas de nuevo, ni que sea parcialmente, se antoja una tarea titánica y muy desagradecida, al menos en términos mediáticos. Pero se nos vienen encima otros para nada menores, con Amazon a la cabeza, que va penetrando en nuestras ciudades prometiendo millones de euros de inversión y miles de empleos, aunque sea a costa de avanzar hacia el monopolio y arrasar con las PIMEs locales. Siendo testigos de lo que está pasando en Estados Unidos con la subasta al mejor postor de su segunda sede central, a la que se han abocado todas las ciudades, progresistas o conservadoras, y el estado en el que se encuentra Seattle, hogar de la primera, ¿quién le va a poner aquí el cascabel al gato?, ergo, ¿quién se va a sentar delante de estos gigantes en nombre de la ciudad -¡o de la metrópoli!- para exigirle una coexistencia razonable que sólo puede pasar por limitar o penalizar económicamente algunas de sus actividades?

Las respuestas a los retos del futuro, incluidos los del trilema, hay que construirlas entre todos sobre la base de un debate sosegado entre intereses contrapuestos, que parece poco probable que se produzca en campaña

Ante este panorama, más vale rechazar de plano, hoy más que nunca, las soluciones simplistas y las proclamas demagógicas. Las respuestas a los retos del futuro, incluidos los del trilema, hay que construirlas entre todos sobre la base de un debate sosegado entre intereses contrapuestos, que parece poco probable que se produzca en campaña. Mascarell propone "un debate colectivo que incluya a la ciudadanía, al sector privado, a los partidos y la academia". El espacio para llevar a cabo este debate ya existe y precisamente este año cumple nada menos que su trigésimo aniversario. La Asociación Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona, de carácter público-privado, tiene su origen en la iniciativa de Pasqual Maragall, en 1988, de crear un espacio para pensar la ciudad postolímpica, y que fue altamente activo e influyente al menos hasta 2003, cuando se aprobó el primero de los planes estratégicos de alcance metropolitano. Desde entonces, la asociación entró en una especie de letargo, profundizado por los largos años de crisis, de la que empieza a resurgir en los últimos meses precisamente para ofrecer un espacio compartido en el que volcar las propuestas que surgen desde la sociedad civil y la ciudadanía organizada, debatirlas y consensuar estrategias y proyectos.

¿De qué tipo de estrategias estamos hablando? Fundamentalmente de las que deban formularse a escala metropolitana (insisto, incluso más allá del AMB) y que difícilmente van a ser tratadas en los debates electorales municipales en su dimensión adecuada.

En definitiva, desde el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona queremos aprovechar la efeméride del 30 aniversario, que celebraremos este otoño, y el momento de ebullición del debate sobre la Barcelona del futuro para ofrecer este espacio en el que pensar la metrópoli de forma compartida. Hacemos, por tanto, un llamamiento no sólo a las más de 300 entidades y personas que componen nuestro Consejo General, sino también a todos los componentes de la cuádruple hélice metropolitana (administraciones, empresas y entes privados, centros de investigación y ciudadanía en general) a implicarse en este cometido común.

Oriol Estela Barnet es economista y geógrafo, y coordinador general del Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona.

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