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La tragedia de ‘Uribito’

Lo que sí quiero señalar es que es un verdadero despropósito condenar a 17 años de cárcel a alguien que de seguro cometió errores, pero ninguno de los cuales ameritaba semejante sanción.

18 de julio de 2019 Por: Diego Martínez Lloreda

Nunca fui su amigo; me parecía un tipo pedante, que se sentía predestinado a ser Presidente de Colombia.

Además, se rodeaba de gente de la catadura de Juan Carlos Abadía, quien terminó destituido de la Gobernación del Valle por organizarle un acto político, para apalancar su precandidatura a la Presidencia.

Pero una cosa es que Andrés Felipe Arias no me simpatice y otra es que yo pertenezca a esa manada de hienas que se está frotando las manos por la tragedia que vive el exministro, cuyo más reciente capítulo fue su extradición desde Estados Unidos a Colombia.

No soy de los que protestó porque no lo fotografiaron encadenado bajándose del avión que lo trajo de Estados Unidos, ni de los que se ha puesto a averiguar de quién era ese avión, ni de los que exige que recluyan a Arias en la más tenebrosa de nuestras cárceles.

Ni, mucho menos, de los que celebraron que a Arias lo hubieran condenado a 17 años de cárcel por el escándalo de Agro Ingreso Seguro.

Estoy convencido de que la tragedia del exministro comenzó el día en que a alguien le dio por ponerle la ‘chapa’ de Uribito. El primero que se creyó el apodo fue el propio Arias que se sintió destinado a suceder a Álvaro Uribe en la Presidencia y hasta comenzó a hablar como el expresidente. Y pensó que los méritos que tenía Uribe debían homologárselos a él.

Pero en lugar de endosarle esos méritos, lo que terminaron trasladándole fueron los odios enfermizos que tienen, hacia la figura del expresidente, sus enemigos. Entonces, el proceso en contra de Arias fue fundamentalmente político y fue la forma como la Corte Suprema de Justicia le pasó cuenta de cobro a Álvaro Uribe por las profundas diferencias que mantuvieron por años.

A ‘Uribito’ lo condenaron por las irregularidades ocurridas en el programa Agro Ingreso Seguro. Irregularidades que cometieron un puñado de ‘prestantes’ familias de la Costa Atlántica, que para hacerse a más subsidios, parcelaron sus fincas. Jamás se pudo demostrar que Arias hubiera tenido conocimiento de esas anomalías.

Gran paradoja: los autores del chanchullo fueron condenados a penas irrisorias y terminaron libres de polvo y paja, tras negociar con la Justicia.

¿Será muy descabellado pensar que unos magistrados que cobraban sumas millonarias por cambiar el sentido de sus fallos, como se demostró en el escándalo del cartel de la Toga, no iban a ser capaces de hundir a ‘Uribito’ para vengarse de su tutor político?

La izquierda radical de este país se encargó de convencer a Colombia que AIS fue un programa para favorecer a hacendados ricos. Y ciertamente grandes empresas agroindustriales aprovecharon esos subsidios para modernizar sus sistemas de riego, entre otras cosas.

Lo que nunca dicen los mamertos es que esos subsidios llegaron a 386.000 familias, el 99% pequeños y medianos productores. Pero mi intención no es defender ese programa que terminó tan estigmatizado como su gestor.

Lo que sí quiero señalar es que es un verdadero despropósito condenar a 17 años de cárcel a alguien que de seguro cometió errores, pero ninguno de los cuales ameritaba semejante sanción. Y al que condenaron por delitos que cometieron unos terceros.

A pesar del martirio que ha debido padecer, Andrés Felipe Arias no es el mayor damnificado con este episodio.

La gran perjudicada es nuestra administración de Justicia, cuya credibilidad quedó, otra vez, por el piso.

Sigue en Twitter @dimartillo

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