Barcelona masónica: mitos, verdades y simbología

Un paseo tras las pistas de esta discreta, que no secreta, sociedad

Aquí la masonería hace su puesta de largo. Discretamente, por supuesto

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Ante la pregunta " ** ¿qué palabras te vienen a la cabeza al hablar de masonería? " _,**_ seguramente pensemos en términos como “dinero”, “secta”, “ocultismo”, “rituales”, “confabulación”, “demonio”, “Franco”, “secretos”... Al menos, esas fueron las respuestas de la mayoría de los asistentes a la ruta por la Barcelona masónica de aquel sábado por la mañana.

Pocos hablaron de “búsqueda”, “compañerismo”, “catedrales” o “conocimiento”. Mucha leyenda negra suelta alrededor de esta discreta, que no secreta, sociedad.

No son una secta, ni ofrecen sacrificios al diablo en medio de una gran orgía. Tampoco conspiran para dominar el mundo desde las más altas esferas.

Un paseo por el carrer Bisbe

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Los masones no son tantas cosas como solemos creer, pero sí son muchas otras que no sabemos. Y si hay una ciudad donde seguir sus pasos, aprender un poco más de ellos y desterrar viejos prejuicios, esa es Barcelona.

La Ciudad Condal es hermética y masónica, sin lugar a dudas. De hecho, es donde se encuentra el mayor número de masones de toda España : de unos 5.000 que hay en todo el territorio español, aproximadamente unos 2.000 se hallan aquí.

Aunque la ciudad no tiene tantos símbolos como otras europeas, aún quedan algunos vestigios que sobrevivieron a aquellos años en los que, como los comunistas y los homosexuales, fueron sanguinariamente perseguidos por el Franquismo.

El dictador contaba con un hermano suyo, Ramón Franco, entre los masones. Dicen que, movido por la venganza tras haber intentado entrar en dos ocasiones en esta sociedad y haber sido rechazado y aludiendo que era objeto de una conspiración judeo-masónica que atentaba contra su persona , no solo ordenó encarcelar o inhabilitar a los miembros de las logias, sino que también dio instrucciones de fusilarlos y eliminar sus símbolos de edificios, monumentos y cementerios.

Casi podríamos considerar milagroso que la Biblioteca Arús, en el 26 del Passeig de Sant Joan y lugar desde donde comenzamos esta ruta, siga intacta.

La biblioteca era, originalmente, propiedad del periodista y dramaturgo Rossend Arús, el gran impulsor de la masonería en Cataluña a mediados del siglo XIX.

Interior de la Biblioteca Arús

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Al morir sin descendencia dejó establecido en su testamento que su residencia fuera donada a la ciudad con la intención de formar a la clase obrera.

Masonería, anarquismo y movimiento obrero son sus tres grandes especialidades. Fue, además, la primera biblioteca pública de la ciudad y, como acto simbólico, a cada nuevo miembro masón se le entrega un carnet de la Biblioteca Arús .

A pesar de la orden de incautación de la policía franquista, la biblioteca nunca fue requisada, tan solo fue cerrada, y alguien, que debía ser muy influyente, se encargó de que no le ocurriera nada hasta que, en los años 60, se volvió a abrir.

Pequeña, con mobiliario de madera noble y a la que se accede a través de una majestuosa escalinata con columnas jónicas, podría decirse que, además de una biblioteca, es un museo.

El suelo es como un tablero de ajedrez, un compás y una escuadra se sitúan encima de los escudos de las diferentes logias catalanas y en la entrada, una réplica de la Estatua de la Libertad.

Todos ellos, símbolos asociados a la masonería. También la Estatua de la Libertad, sí. Pues se la relaciona con la libertad iluminando al pueblo y la Revolución Francesa, modelo a seguir para el movimiento obrero.

Biblioteca Arús

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Una revolución cuyo lema fue Liberté, égalité, fraternité, un emblema que también comparte esta sociedad y que, según la web Diario Masónico , “es de origen masónico, no solo por los fundamentos morales que dichas palabras encierran, sino porque la Masonería los considera como Principios emancipadores y regeneradores de los seres pensantes y de la sociedad civil donde conviven”.

Ahora es solo cuestión de atar cabos y darnos cuenta de que Revolución Francesa y masonería van cogidas de la mano.

Sus propios miembros describen la masonería, donde la palabra 'masón' proviene del francés 'maçon' que significa 'albañil', 'constructor' y esta, a su vez, del vocablo germánico 'makon' y cuyo significado sería 'hacer', como una institución, esencialmente, filosófica, filantrópica y progresista, cuyo objetivo es la búsqueda de la verdad, el estudio de la ética y la práctica de la solidaridad, a la vez que trabaja por mejorar moral y materialmente la humanidad.

La masonería actual se encarga, sobre todo, de estudiar cuestiones referidas al arte, la filosofía o la literatura. En la masonería solo hay una condición: no se puede hablar de religión ni de política.

La tradición afirma que los orígenes de la masonería se sitúan en Egipto, entre los maestros y arquitectos que dirigían la construcción de las grandes pirámides. Otros, ubican sus inicios en Israel, en la construcción del Templo de Salomón, por Hiram de Tiro, supuesto primer masón.

Sin embargo, el origen histórico demostrado y más aceptado sitúa los comienzos de la masonería en el siglo XIII, procediendo de los gremios de constructores medievales de catedrales.

Farolas de Passeig Lluís Companys

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Bajando por el Passeig Lluís Companys hacia el Parc de la Ciutadella, encontramos un recorrido marcado por farolas con la forma del compás y la escuadra, diseñadas por el arquitecto masón Pere Falqués. Su misión fue la de dar la bienvenida masónica al progreso y el conocimiento que trajo consigo la Exposición Universal de 1888 a la ciudad.

Al llegar al Parc de la Ciutadella por la entrada que da al Passeig Lluís Companys, una escultura de Hermes (dios griego del comercio y el ingenio) recibe al visitante, pero es en la puerta que da al Passeig de Picasso donde la masonería hace su gran puesta en escena, discretamente, por supuesto.

Allí nos encontramos con el conocido como el Castell dels Tres Dragons, edificio del arquitecto Domenech i Montaner levantado entre 1887 y 1888 como café-restaurante para la Exposición Universal de Barcelona de 1888.

Construido con materiales industriales como el ladrillo visto, el hierro o el vidrio, en su parte más alta se pueden observar plafones en forma de escudo que desglosan, en azul sobre blanco, una temática naturalista de plantas y animales, incluyendo un buen número de bebidas y licores (recordemos que se trataba de la cafetería de la exposición) .

Fachada Castell dels Tres Dragons

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En medio de este plantel destaca una estrella de mar (animal que, como el símbolo masónico, tiene cinco puntas) que contiene en el centro una 'G'. Esta letra es uno de los grandes emblemas de la masonería, pues hace referencia a 'GADU', el Gran Arquitecto Del Universo, nombre con el que es designado Dios como primera causa del Universo.

La simbología masónica acostumbraba a estar a la vista de todos, pero de manera oculta, ya que era un riesgo real ser descubiertos. Por ello, el secretismo y la discreción son, tradicionalmente, parte del mundo masónico. Como, por ejemplo, el uso de un código de manos al saludarse para identificarse entre ellos.

Nuestra siguiente parada es justo a la entrada del Centre Cívic Convent de Sant Agustí , un edificio cuya puerta ostenta varios símbolos que ya vamos identificando por nosotros mismos: una escuadra y un compás, que representa la democracia; un árbol, símbolo de conocimiento y verdad en muchas religiones; y un escudo atravesado por una flecha, símbolo de victoria.

Se podría entender como un mensaje que nos habla de la victoria del conocimiento de la masonería. Pero eso es, tan solo, una interpretación. El conjunto arquitectónico cuenta con otros dos accesos más y ambos con la escuadra apuntando hacia la puerta central, es decir, en la puerta derecha del convento la escuadra indica hacia la izquierda.

Detalle del edifcio del Castell dels Tres Dragons

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Sin embargo, en la puerta izquierda, lugar donde ahora se encuentra el Museu de la Xocolata , los símbolos fueron retirados en tiempo de Franco, y posiblemente indicara hacia la derecha. Esto nos da a entender que la puerta central era la entrada principal a la logia que allí se reunía. Se cree que durante la conquista napoleónica se reunía ahí una guarnición francesa.

Abandonamos las estrechas calles del Born para dirigirnos hacia una ribereña parte más soleada.

En el Passeig de Isabel II se encuentra uno de los edificios más representativos de Barcelona, la Casa Xifré. Su dueño, José Xifré i Casas, fue el catalán más rico del siglo XIX pues hizo gran fortuna en Cuba y Estados Unidos. La casa presenta una serie de medallones con personajes destacados y con motivos mitológicos a los que muchos confieren un sentido masónico.

A Josep Xifré le interesaba todo lo que no oliese a tradición cristiana, por lo que se pueden observar imágenes como un caduceo, signos del zodíaco, el cuerno de la abundancia, el dios Neptuno y, destacando sobre los demás, la diosa Urania nos muestra un curioso reloj que solo enseña los números 12, 1, 2, 3, 6, 9. Sumándolos todos, el resultado es 33, el número masón por excelencia.

Pero si hay un punto realmente destacable en la historia masónica de Barcelona en este edificio es el ** Restaurante 7 Portes **, que se encuentra en la parte de abajo de la Casa Xifré.

Al entrar puede que no lo parezca, pero su suelo ajedrezado le delata, pues en un edificio público es símbolo de haber sido lugar de reunión de logias, como ocurre en la Biblioteca Arús.

Interior del Restaurante 7 Portes

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Además, se cree que el número siete que lleva consigo el nombre del local tiene relación con la masonería, pues su forma se asemeja a la llave mágica que abre todas las puertas del conocimiento. En otro orden de cosas, el restaurante fue el primero de la ciudad en tener agua corriente y en él se realizó la primera fotografía de España.

En pleno Barrio Gótico, La Casa de los Canónigos servía, como su nombre indica, de casa a los canónigos regulares de la catedral de Barcelona y sobre su puerta de entrada, dos ángeles sostienen un escudo con ciertos símbolos masónicos : un compás, que representa la técnica; estrellas fugaces, que simbolizan el atrevimiento y la innovación; y una rosa, que habla de la belleza, pero también advierte del secreto sub rosa: las cosas que allí se dicen, allí se quedan.

Por último, nos dirigimos hacia el número 11 del carrer de la Portaferrissa, una de esas callejuelas que parten estrechas y lúgubres desde la Rambla y donde un curioso edificio, actualmente un hostal, nos saluda con un amplio despliegue de simbología masónica que a estas alturas de nuestra ruta ya somos más que capaces de localizar y asociar sin esfuerzo: triángulo, escuadra, paleta, compás, árbol, estrella y rosas, entre otros.

Nuestra ruta por la Barcelona masónica acaba aquí, pero la ciudad está plagada de edificios y rincones que mantienen la huella de esta sociedad. Y, ahora que ya sabes identificarlos, quizás sea el momento de hacer tu propio recorrido tras sus símbolos e historia.

Podrías comenzar, por ejemplo, por el famoso Park Güell, pues cuentan que su creador, el aún más conocido Antoni Gaudí, era masón y dejó numerosos símbolos iniciáticos dispersos por el parque. ¿Te ves capaz de encontrarlos?

¿Te ves capaz de encontrarlos?

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