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      Leer, una forma de reencuentro

      Busquemos refugio, entonces, en el regalo de adueñarnos de lo que otros imaginaron para un lector ansioso que, de pronto, descubre la hermandad que sólo puede lograrse con el pensamiento. 

      Leer, una forma de reencuentro(Andres D'Elia, Clarín)
      18/03/2019 01:34

      Había una vez una niña que se empeñaba en conocerlo todo. Tan es así que, desde sus tempranos cinco años, circulaba por toda la casa con sus libros bajo el brazo y molestaba a quienes la rodeaban (padres, hermanos y cuanto pariente o amigo se acercaba) con un ruego que era, a la vez, un mandato: “Leeme...” . Y, poco a poco (como es lógico) fue haciéndose insoportable. Llegó entonces el momento en el que uno de sus numerosos hermanos tomó una sabia resolución: “A esta chiquita hay que enseñarle a leer...”, y aunque la interesada demostró curiosidad y alegría también muy pronto descubrió que esto exigía concentración y esfuerzo. Tuvo un momento de rebeldía ante el deletreo que le indicaba el pariente de turno pero, también, la niña fue descubriendo que tras las palabras se escondía la magia. Y esta magia se mantuvo y se acrecentó a lo largo de los años porque, y usted también lo sabe, la lectura es una de las felicidades que nadie nos podrá quitar. No solamente actúa como antídoto frente a la soledad, las preocupaciones o un desagradable recorrido en el que nadie se digna cedernos el asiento, sino que es motivo para que el voluminoso bagaje de emociones y tensas horas de trabajo pueda olvidarse entre páginas que nos sacuden el pensamiento con el aire fresco de la imaginación. Hay lecturas que cumplen una determinada misión como para olvidar una discusión o el saldo del banco que confirma un pago demorado. Sí , algunas páginas parecen haber sido escritas como para alejarnos de contrariedades a las que preferimos escapar. Y, entre esas vías de escape, hay párrafos maravillosos que no olvidaremos nunca.

      Busquemos refugio, entonces, en el regalo de adueñarnos de lo que otros imaginaron para un lector ansioso que, de pronto, descubre la hermandad que sólo puede lograrse con el pensamiento. Y lo fantástico es que nadie podrá arrebatarnos el placer de la búsqueda lograda, de la historia compartida. El sentir la cadencia de frases y palabras que dejan su lugar en la hoja escrita para aparecer, con caracteres luminosos, en la memoria nuestra. ¿Acaso no le ha ocurrido alguna vez, descubrir entre la muchedumbre anónima el regalo del rostro buscado para animar a un personaje? Lo mejor es que, probablemente, también el personaje lo está buscando a usted. Todo el mundo también lo sabe: leer es una forma de reencuentro.


      Sobre la firma

      Magdalena Ruiz Guiñazú
      Magdalena Ruiz Guiñazú


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