Asturias tiene 53.000 trabajadores menos que hace una década. En el resto de España el empleo avanza. El volumen de los salarios ha descendido en 1.400 millones de euros, una destrucción de renta que duplica con creces la media. Hemos perdido 4.400 empresas respecto a 2008 y el ritmo de creación de nuevas sociedades es aquí la mitad que en el conjunto nacional. El 3,1% de las pensiones de España va destinado a la región, que aporta únicamente el 1,1% de los ingresos tributarios. Más de 300.000 personas reciben una prestación, de paro o jubilación, y 394.000 trabajan. Los datos, uno tras otro, son demoledores. Los acaban de reunir y divulgar los empresarios. Es su forma de resaltar un momento crítico y convocar a la acción.

"Asturias necesita un plan. Un mecanismo de generación de riqueza y empleo de forma inmediata". "Trabajemos por una Asturias para nuestros nietos: necesitamos repensarnos, actuar, comprometernos a todos los niveles. La calidad de vida en la región está en juego". Basta leer la primera y la última frase del documento "22 acciones ineludibles para el progreso de Asturias", que acaba de lanzar la Federación Asturiana de Empresarios (FADE), para entender la magnitud del aldabonazo: o asentamos una economía sólida, sostenible y en crecimiento, o pronto tendremos un grave problema social. Para definir la acción de zarandear un árbol y hacer que caiga la fruta, la lengua asturiana posee una palabra preciosa: ximielgar. Eso acaba de hacer este viernes, desde el Auditorio de Oviedo, en un acto sin precedente y con una asistencia multitudinaria, la patronal. Ximielgar la rutina regional y sacudir tanta modorra y conformismo.

El texto presentado resulta valioso no tanto por las acciones que propugna -como todas, pueden ser discutidas-, sino por brindarlas para su debate y encender las alarmas. Por primera vez la llamada sociedad civil asturiana intenta tirar del ¬carro. Liderar constructivamente, en la parte que le corresponde, las transformaciones. También el opúsculo aporta un montón de estadísticas comparativas entre la realidad asturiana y la española con las que empezamos a atisbar la magnitud de la brecha que está abriéndose entre regiones. Asturias pedalea. Lo hace con fuerza. Suma indicadores positivos. Pero la cabeza del pelotón lleva tal velocidad que cada vez la aventaja en mayor distancia.

Los mecanismos de redistribución o las ingentes inversiones y ayudas no acortan las desigualdades. Más bien las cronifican. Algo falla. Las regiones con peores datos hoy son las mismas que hace cuatro décadas. Eso no ocurre en otros países de Europa. Si correr como hasta ahora no lleva a parte alguna, habrá que hacerlo de manera distinta para que el esfuerzo resulte eficaz. No existe otra receta para acercarse a las áreas ricas que generar prosperidad, misión imposible sin cuidar a los empresarios y sin empresas.

Probablemente no haya una región tan escrutada como ésta. Si Stendhal, deslumbrado por la exuberancia de Florencia, dio origen a una dolencia psicosomática que lleva su nombre, tal aluvión de producción científica inútil da pie a describir otra patología, "el síndrome Asturias", de tanto exponer en el diván los males de su economía para mantenerla encerrada en el bucle. No hace falta inventar. Basta con copiar de quien ensayó con éxito antes. Algunas de las propuestas de FADE se inspiran en otras similares del País Vasco. Construir un nuevo relato a partir del área metropolitana, una ciudad de 800.000 habitantes que nos otorga otra dimensión a la hora de planificar y reivindicar, o lograr la conexión a internet desde cualquier parte ya deberían haberse conseguido. Casi un tercio de las sugerencias guarda relación con la educación y el conocimiento. Menos Administración, menos impuestos y menos barreras al despegue del emprendimiento vienen a reclamar.

Los datos macroeconómicos sitúan esta tierra al borde del abismo y sin embargo aquí seguimos viviendo estupendamente. Ambas sensaciones son certeras, simultáneas y no deben confundir a los escépticos. En la alegoría de la caverna, un clásico de la filosofía platónica, un grupo de hombres, encadenados desde su nacimiento sin poder volver la mirada, sólo ve las sombras que se proyectan al fondo de una cueva. Desconoce por completo el mundo que las origina detrás. Lo percibido, en este caso el nivel de renta que disfruta la región, es un reflejo distorsionado de lo verdadero, el exterior de la caverna: la escasa población activa y la ausencia de dinamismo.

Ya Platón planteaba que liberarse y aceptar la realidad verdadera -romper las cadenas y encontrar la luz- requiere tambalear muchas creencias interiorizadas. Un cambio tan radical en la manera de entender las cosas siempre suscita resistencia, malestar e incomodidades porque obliga a desprenderse de dogmas muy arraigados. A Asturias le urge iniciar ese tránsito mental por su propia supervivencia, aunque encararlo suponga oír descripciones tan descarnadas como la que acaban de realizar los empresarios para que la comunidad despierte. Si no, ¿qué alternativa queda?, ¿prolongar plácidamente la siesta? ¿Autoengañarse? ¿No hacer nada?