martes, 22 de enero de 2019

El día en que el clapping murió

El día en que el clapping murió lo hizo probablemente entre aplausos. Con gente puesta de pie. Saliendo de escena con honores.

Todos lo habíamos estudiado en la carrera. Ese ahuecar de las manos. Ese juego de muñeca. Ese golpeteo rítmico de tambores ancestrales que ya no resuena en las salas de fisioterapia.

Al clapping lo echaron unos señores porque no había demostrado valer para lo que decía que valía. Lo echaron porque en algunos pacientes (los niños) existía riesgo de complicaciones que lo convertían en contraindicado. Lo echaron porque en  otros pacientes parecía que había cosas mejores que hacer. Técnicas que demostraron funcionar mejor.  Lo echaron y no se fue solo, sino con todo el abordaje que lo acompañaba, drenaje postural, expiración forzada. Creo que tengo todavía esos apuntes de la carrera guardados en algún sitio. Estaría bien respasarlos para tener conciencia histórica. Ver todo lo que nos creímos importante en aquel momento. Ver todo lo que en aquel momento no parecía nada importante.

El clapping fue desterrado y ningún fisioterapeuta se quedó sin trabajo por ello. Fue desterrado a pesar de que se había utilizado durante muuuucho tiempo. Fue desterrado aunque en muchos casos después de haber tratado con él al paciente, este había mejorado (¿gracias a él, a pesar de él?, nos hemos quedado sin saberlo). Fue desterrado a pesar de enseñarse en todas las universidades. A pesar de realizarse en todos los hospitales. Fue desterrado porque los que sabían del tema, científicos, eminentes clínicos, aceptaron que las pruebas para no desterrarlo no eran suficientes. Por una vez no fue una decisión política ni económica. Parafraseando a Bill Clinton “Fue la Salud, estupido”. Ojalá fuese siempre así.

Y así el clapping, que tanto ruido había hecho, fue yéndose. Primero lo abandonaron los expertos. Luego lo fueron dejando de lado las universidades. Luego los hospitales. Aún hoy, a veces, algún profesional lo recomienda, algún paciente lo solicita, y, qué vueltas da la vida, los fisioterapeutas le explican sin problemas que ya no se hace, que hay cosas mejores. Y mientras desaparecía, a ningún fisioterapeuta se le expedientó por seguir haciéndolo. A nadie se le dijo que no era buen fisioterapeuta. Simplemente la evolución fue suficiente. El tiempo coloca las cosas en su sitio.

Abandonar técnicas no es fácil. Nadie dijo que crecer lo fuese. Abandonar el clapping nos hizo un poco mejores a todos como profesionales y mucho mejores a nuestros pacientes.



Muchas gracias y buena lectura.

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