La contaminación lumínica nos está robando el cielo nocturno. La luz de los edificios, monumentos, publicidad y un largo etcétera, hace que el cielo nocturno sea criminalmente triste. Mandamos una enorme cantidad de luz hacia el cielo, innecesariamente, y esto es lo que nos oculta en el proceso…

No solo perdemos el cielo nocturno

Contaminación lumínica

Contaminación lumínica en Ciudad de México en 2005.
Crédito: Fernando Tomás

La contaminación lumínica no solo hace que el cielo nocturno sea cada vez más deprimente. En una ciudad con una contaminación lumínica muy elevada, como Madrid, apenas 90 estrellas son visibles durante la noche. ¡Ni siquiera las cien estrellas más brillantes! La cantidad de luz que enviamos a nuestro firmamento es ridícula. Necesitamos que esa luz apunte al suelo, no al cielo, y no solo porque nos quite el firmamento.

Como seguramente sepas, la contaminación lumínica también altera los hábitos de aves y de otros animales que habitan en nuestros parques. Además, puede alterar nuestros patrones del sueño. Este problema no suele recibir mucha atención, pero debería. No se pide que se quite la iluminación de las ciudades. Ni mucho menos. Si no que se utilice la iluminación apropiada. Apuntando hacia el suelo, y no hacia el cielo.

Con el paso de los años, nuestros cielos se han ido contaminando cada vez más, especialmente en las ciudades. Aunque también es necesario reconocer que, por fin, parece que se está empezando a cobrar conciencia del problema que supone toda esa luz. En algunas ciudades, no solo se está intentando eliminar la iluminación innecesaria, también cambiar las lámparas por otras que sean más eficientes y eficaces.

Un vídeo para recordarnos lo que hemos perdido

Pero quizá el ejemplo más sangrante de todos, es el que ilustra este vídeo, Lost in Light II (Perdido en la luz II) del fotógrafo Sriram Murali. Para ilustrar lo que sucede, y lo que, cada noche, nuestras ciudades nos roban, se ha dedicado a grabar siempre el mismo lugar del cielo desde diferentes lugares, con niveles de oscuridad cada vez mayores, centrándose siempre en la misma región del cielo para poder ver la comparación. Puedes verlo aquí debajo:

El resultado es demoledor. A medida que el cielo se oscurece, vemos cada vez más cosas que estaban ocultas. Es cierto que la cámara puede ver más que el ojo humano. Los detectores digitales son más sensibles, y además, cuanto más tiempo observan el cielo, más luz capturan, incluso de objetos más tenues. Pero aun así, el resultado es más que evidente. El objetivo escogido por Murali no podría ser más reconocible: la constelación de Orión.

Esta popular constelación tiene estrellas lo suficientemente brillantes para ser visibles desde los cielos con más contaminación lumínica. Pero su auténtica belleza se demuestra a medida que el cielo se va oscureciendo. Este es el segundo vídeo de Murali. En el primero, llamado Lost in Light, se centró en la Vía Láctea, observada en diferentes condiciones, en el que se muestra una evolución muy similar a esta.

Las joyas ocultas por la contaminación lumínica

El Bucle de Barnard, muy cercano al Cinturón de Orión.
Crédito: Wikimedia Commons/Hewholooks

Hay muchas cosas que observar en el vídeo. Por ejemplo, el Bucle de Barnard, un arco rojizo de hidrógeno, en la parte inferior de Orión es sólo visible una vez llegamos al nivel 4. O la Nebulosa de Orión. En los primeros niveles, parece una estrella más, en el medio de la daga de Orión. Pero a medida que avanzamos, y el cielo oscurece, observamos mucho mejor su naturaleza. Es la región de formación de estrellas más cercana a nuestro planeta, a solo 1.500 años-luz de distancia.

También puedes observar, en la segunda mitad del vídeo, los satélites geoestacionarios. Mientras el cielo gira detrás de ellos, los puedes ver como puntos fijos en el firmamento, girando alrededor de la Tierra en el mismo tiempo que tarda el planeta en dar una vuelta sobre sí mismo. El Cinturón de Orión está en el ecuador celeste, y los satélites son más fáciles de ver en esa misma región del firmamento.

Además, quizá veas que en los cielos más oscuros, se puede apreciar un brillo rojizo en todo el firmamento. Es el brillo del aire. Las moléculas de gas, en lo más alto de la atmósfera de la Tierra, liberan la energía de la luz del Sol, acumulada a lo largo del día. Es algo que solo se puede ver desde cielos bastante oscuros, y algo que nunca podremos observar incluso en un cielo medianamente contaminado.

Un paisaje que esta ahí, oculto

Comparación entre el cielo de una zona rural (arriba) y metropolitano.
Crédito: Jeremy Stanley

Todo esto está, cada noche, sobre tu cabeza. Oculto por las luces de la ciudad. No puedes verlas porque desperdiciamos una cantidad enorme de luz. Lo más irritante, a mi modo de ver, es que en realidad la solución es relativamente sencilla. Simplemente basta con no usar focos y lamparas que apunten al cielo. Las buenas noticias, como decía, es que parece que gobiernos y ayuntamientos de todo el mundo empiezan a cobrar conciencia de lo importante de tener un cielo lo más oscuro posible.

El cielo nocturno también era (o es, si tienes la suerte de vivir en una región con poca contaminación lumínica) una fuente de inspiración. Nos recuerda que estamos conectados con el universo. Provenimos de ahí. Somos material de estrellas. Literalmente, estamos hechos de los mismos elementos que se producen en el interior de los astros del universo. Quizá, una de las mejores explicaciones de esa conexión la hizo Carl Sagan en Cosmos…

«Cuando hablamos del universo, sentimos un escalofrío en la espina dorsal, la sensación, como si fuese un recuerdo distante, de estar cayendo desde una gran altura». Si no hacemos nada por remediarlo, muchas personas sólo podrán imaginar cómo es ese cielo tan espectacular. Sin haberlo vivido en primera persona…

Referencias: Bad Astronomy