Bienestar

¿Viaje de estudios o noches de desmadre?

ALE APAI

Toledo es un rollo. Por suerte, esta noche habrá fiesta en la 654, donde alguien ha conseguido colar una botella de vodka a pesar de que el colegio lo prohíbe. Si todo va bien, no faltará algo de costo. Aguantar la chapa sobre El Greco es un peaje asumible a cambio de lo que realmente interesa en el viaje de estudios: aquello que sucede entre el toque de queda y el desayuno.

Por suerte, son cada vez menos los centros que viven sus viajes de fin de curso con la tensión de enfrentarse a la ley de la selva en una jungla imposible de contener. Ha quedado atrás aquella época en la que las noches de desfase, las juergas incontroladas y los disgustos eran el pan nuestro de cada día; borracheras, consumo y hormonas adolescentes a rienda suelta han dado paso a otro estilo de viaje, mucho más reposado y cabal. Aunque aún quedan aristas por limar, el paradigma ha cambiado. Direcciones de colegios, Asociaciones de Padres y Madres, claustros, hoteles, compañías de transporte y gestores de destinos turísticos se han amoldado a los nuevos tiempos para dar respuesta a las necesidades y expectativas de los miles de escolares que se mueven cada año debido a esa excursión de mayo ante la que ni siquiera nos ponemos de acuerdo en cómo denominar: ¿viaje de estudios? ¿viaje de fin de curso?

La mesa del director del colegio parece el puesto de trabajo de un 'touroperador'. Junto a programaciones, carpetas con unidades didácticas, pedidos de libros de texto y hojas de justificación, se acumulan folletos de varias agencias, mapas, presupuestos de autobuses, extractos de TripAdvisor... tiene que organizar el viaje, el bendito viaje, el ineludible viaje. ¿Cómo suprimirlo de la rutina escolar? Se nos echarían encima alumnos y familias. ¿Quién es el guapo que se atreve a quitarlo? Son muchos años y la tradición manda. Además, es un reclamo publicitario para el colegio, un aliciente para la matrícula y, si se hace bien, una ayuda para el aprendizaje de los chavales.

Antiguamente, los alumnos sacaban dinero con rifas, venta de camisetas o mercadillos. Ahora es todo más complicado. O más sencillo, según se mire. Hoy son las familias quienes suelen costear esta actividad, con un gasto que oscila entre los 200 y los 500 euros por hijo. ¿Mucho? ¿Poco? Según lo que se ofrezca a cambio, los días empleados y el tipo de actividad escogida.

Si los 80 fueron los años de los ineludibles viajes a Italia y los 90 los de Salou y Magaluf, hoy los colegios buscan alternativas. París, Bruselas, Lisboa o Roma están en el top de destino europeo, junto a la sempiterna Florencia y la siempre exótica Ámsterdam, con las consabidas palizas de autobús.

Y si hablamos de viajes domésticos, Santiago, Toledo, Granada, Madrid, Salamanca o Barcelona compiten entre sí, aunque perduran las islas como reclamo, especialmente Palma de Mallorca, pese a que cada vez son más colegios los que evitan los riesgos imprevisibles.

Desde parques temáticos de toda índole y color hasta experiencias deportivas en la naturaleza; desde hoteles con piscina y non-alcohol discoteca, hasta alojamientos rurales o residencias de estudiantes; desde pinacotecas, hasta campos de fútbol... La oferta es tan variada que a veces lo complicado es elegir, a sabiendas de que resulta imposible contentar a todos.

Los centros que mantienen su denominación de viaje de estudios suelen optar por lo cultural, en ocasiones repitiendo la fórmula año tras año. Lo entroncan con el currículo y, a veces, hasta se prepara con apuntes desde diferentes asignaturas. Los que hablan de viaje fin de curso, sin embargo, lo conciben no tanto como una experiencia académica sino como un momento de regalía para los alumnos, un broche de cierre del año escolar, un tiempo de convivencia, sin esforzarse demasiado por relacionarlo con las lecciones, entendiendo que las competencias se desarrollan también (y especialmente) en este tipo de aprendizajes reales. En el abanico, de todo y para todos los colores: colegios que lo organizan muy bien y otros que improvisan; aquéllos que hasta realizan trabajos previos y preparan a sus alumnos para lo que van a visitar y aquéllos que se contentan con meterlos en un parque de atracciones. Muy serios y muy de última hora; muy rigurosos en las normas y muy laxos con la disciplina. Como en botica.

RIESGOS DE LA 'AVENTURA'

Uno de los problemas con los que suelen encontrarse los colegios es el de encontrar adultos que quieran embarcarse en la aventura. A veces se suple con padres voluntarios, para disgusto de los hijos implicados, que ven que se complican sus posibilidades de piratería. Otras veces, con profesores que, en el mejor de los casos, reciben dietas por este servicio y, las más de las ocasiones, se ven obligados a lidiar con el tema. Tutores y orientadores suelen tener más boletos, aunque no es de extrañar que, con frecuencia, sean interinos, sustitutos o empleados temporales quienes se vean 'manu militari' con la encomienda de acompañar al alumnado al viaje, de media duran entre cuatro y siete días.

La legislación es clara respecto a ratios, procesos de información a las familias y responsabilidad de los acompañantes, aunque varía de unas comunidades autónomas a otras. Con la misma seriedad con la que se exige un número de adultos proporcional al de alumnos, se derivan consecuencias legales en caso de descalabro y, sin embargo, no es extraño encontrar centros que hacen de su capa un sayo, mirando para otro lado y cruzando los dedos para que todo se resuelva sin incidencias.

El otro escollo es el de la comunicación. Las buenas prácticas hablan de planificar con tiempo el viaje, encajarlo bien en la evaluación y en las fechas de exámenes, prever los costes con tiempo para conseguir precios baratos y trasladar cumplidamente a las familias tanto esos aspectos como los objetivos perseguidos, los criterios de aceptación (en el caso de que haya selección de participantes), las personas que viajarán con los estudiantes y las medidas correctoras. Desgraciadamente, el día a día hace que a veces se relegue esa comunicación, decidiendo a última hora y haciendo encaje de bolillos con el presupuesto familiar. No son pocas las voces que se elevan preguntándose si en pleno siglo XXI tiene sentido que sea el colegio quien lleva de paseo a los niños. ¿Por qué es el centro quien ha de llevarlos a un parque temático, a una playa, a un hotel con piscina o a un museo? ¿Y las familias? ¿Es que todo tenemos que hacerlo desde la escuela?

RECOMENDACIONES DE LA OMS

Sin duda, es válido y educativo compartir experiencias con otros alumnos, se llame como se llame el viaje. Quizás lo importante sea que el colegio relacione lo vivido con el currículo, que facilite la experiencia como una manera de rubricar el curso con quienes han sido compañeros, que lo organice con tiempo y que comunique exactamente a las familias los costes, fechas y plazos...

Si se trata de desarrollar las inteligencias de cada alumno -esto es, que sean competentes-, el aula debe abrirse a vivencias reales, gratificantes e intensas. Si además creemos que lo lúdico fomenta el progreso de la persona, un viaje de estas características es un marco inmejorable. Sin embargo, está claro que habrá que reinventarlos, ofreciendo recursos, destinos y estímulos que no se van a dar en un contexto de viaje familiar sino en el ámbito escolar, donde, como adolescentes, vivirán un millón de (enriquecedoras) historias. Y si no, que aguanten la chapa de El Greco a la espera de la 654.

Mikel Alvira. Escritor y experto en educación

5 Comentarios

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Esto no es sólo propio de la educación secundaria, sino de la universidad: por ejemplo, pregunten a estudiantes de las varias facultades de geología (oviedo, madrid) qué pasaba durante los campamentos. Cómo muchos profesores bebían como cosacos y lo que ocurría en las habitaciones.

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Cuando fui ....dos días visitando una fabrica de acuerdo con los estudios.... ni baile, ni música, ni juergas.... hubo misa si , pero me la piré.....

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Yo, jamas me haria responsable de un grupo de ansiosos imberbes, acompañados de unas niñas con ansias de parecer vedettes. El resultado es catastrofico.

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Efectivamente, los niños con sus papás. Hay que fomentar la relación familiar altamente deteriorada en la actualidad.

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En mi Instituto, el asunto iba degenerando. Lo principal del planteamiento, para mí, era "¿debe un profesor dedicar 24h al día para llevar de viaje a un grupo de alumnos menores de edad, que lo que buscan es estar en juerga continua?". Yo aproveché que un chico tirara por la ventana de su habitación una silla, y que además -su padre era el alcalde del pueblo- los padres del AMPA se negaran a sancionarlo en wl Consejo Escolar-, para suprimirlo. Desde ese año, no se hace viaje de estudios. Que los lleven sus padres. Por cierto, ¿saben cuál fue la razón para no sancionarlo?, pues que dónde estábamos los profesores je je