“No eres tan lista como Stewart... pero eres la única chica que hay aquí”.

—Taylor, El Planeta de los Simios

En ‘No es otra estúpida comedia americana’ (en inglés Not Another Teen Movie), esa cinta de 2001 que parodiaba lo que son las películas de instituto prototípicas con las que nos bombardean los yankees las salas de cine cada cierto tiempo, había un sketch que era gracioso porque era verdad. En una de las fiestas adolescentes que suelen hacer en casa de alguien cuando no están sus padres, el único personaje negro del reparto principal entraba a la cocina y veía a otro chico negro. Uno le decía a otro: “eh, se supone que yo era el único negro que iba a haber en la fiesta” a lo que el chico, comprensivo contestaba “ah, lo siento, tienes razón. Perdona tío, me marcho”.

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Y lo has visto mil veces en las películas y series. Entre los grupos de personajes principales, especialmente en aquellas ficciones que funcionan por grupos de entre 4 a 7 protagonistas, hay una sobrerrepresentación de los blancos con respecto a cualquier otra etnia. Y esto mismo les ha ocurrido también de siempre a las chicas. Así lo denunció la poeta y ensayista Katha Pollitt en un artículo en el New York Times en 1991 hablando de lo que ella denominó entonces el Principio de la Pitufina y que, gracias a esta expresión, desde entonces varios grupos de analistas culturales han sabido darle un nombre conciso y pegadizo a uno de esos clichés vergonzosos de la industria del entretenimiento. “Los espectáculos contemporáneos son protagonizados esencialmente sólo por hombres, como 'Garfield', o se organizan en lo que yo llamo el Principio de Pitufina: un grupo de amigos masculinos será acentuado por una mujer solitaria, definida de manera estereotipada,” decía la poeta.

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Piensa en grupos de un montón de chicas que tengan a un solo miembro masculino en su equipo. Ehm, ‘Punky Brewster’ si contamos al grupo de menores, ‘Sailor Moon’ y… ‘Cómo sobrevivir a una despedida’. Vale, ahora piénsalo al revés: la Señorita Piggy en ‘Los Teleñecos’, la Princesa Leia en ‘Star Wars’, Penny en las primeras tres temporadas de ‘The Big Bang Theory’, Gamora en ‘Guardianes de la Galaxia’, Henley en ‘Ahora me ves’, Chun-Li en los primeros juegos de Street Fighter, Kanga en ‘Winnie-the-Pooh’, April en ‘Las Tortugas Ninja’, Ariadne en ‘Origen’, Letty en ‘Fast&Furious’… Como ves, la pitufina del mundo de los Pitufos está lejos de ser la única que vive esta realidad. No, los ejemplos son constantes y evidentes, y si analizásemos las últimas 10 películas de equipos es muy probable que al menos tres o cuatro de ellas tengan a su pitufina particular (‘Terminator Génesis’, sin ir más lejos). Que esta forma de crear grupos de personajes sea tan recurrida convierte en algo casi inevitable el reflexionar sobre por qué ocurre… y por qué hemos terminado por verlo como algo normal.

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Porque el Principio de la Pitufina no sólo es perjudicial por el hecho de que un montón de actrices no puedan optar a la misma cantidad de papeles que su contrapartida masculina (cosa de la que también se han quejado las mujeres de Hollywood), sino que esto configura una visión limitada de lo que es la mujer en las ficciones y por ende de lo que acabamos normalizando en nuestro día a día. Cuando vemos la forma estereotípicamente femenina de comportarse de la Señorita Piggy en ‘Los Teleñecos’, el rol que encarna la Princesa Leia en ‘Star Wars’ o cómo Penny durante las primeras temporadas de ‘The Big Bang Theory’ era única y exclusivamente una chica tonta de pueblo que servía como interés sexual para el protagonista… queda claro que las dinámicas masculinas en la ficción son la norma, y las femeninas la excepción. Los chicos son el héroe, el secundario, el científico, el tío cachas, el tímido, el orgulloso y un montón de papeles más. La chica… simplemente eso, la chica. Y pese a que las mujeres son el 50% del total de espectadores habituales de la cultura audiovisual, encuentran mucha menos variedad de personajes con los que identificarse en pantalla que los que pueden ver los chicos. Y curiosamente, se asume que esta ha sido una de las claves del éxito ocultas de nuevas franquicias como ‘Los Juegos del Hambre’ o ‘Divergente’. Tan sencillo como poner a más personajes femeninos y no caer en la pobreza narrativa.

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Pero las audiencias tampoco son ignorantes, y este Principio, que ocurre en cine y tele tanto como en el mundo de los videojuegos (e incluso en muchos grupos musicales), ha ido evolucionando con el tiempo. El relevo lo está encontrando poco a poco en el tropo de usar a dos chicas por equipo, haciendo que las pandillas de cinco personajes tengan un ratio de 3-2. Aunque las mujeres estén en minoría, el problema sigue vigente cuando desde la industria se entiende que esto soluciona esa carencia demográfica de la que hacía gala, que esto es hacer un grupo “igualitario” pero que no se confunda por los potenciales espectadores con lo que es una película “para mujeres”, forma en la que se presentan siempre las ficciones con grupos donde haya una mayor presencia de chicas que de chicos. Es decir, que las películas con mayoría de personajes masculinos sigue siendo un producto unisex, y que aquellas que tuviesen más personajes femeninos serían una película de nicho para un grupo concreto. Que las mujeres, en esencia, son la periferia. Está claro que todavía queda mucho camino por recorrer.