martes, 21 de marzo de 2017

¿DONDE VAN NUESTRAS MASCOTAS CUANDO DEJAN ESTE MUNDO?


Hace una semana que mi querida mascota cruzó el arco iris. Él estuvo ingresado en una clínica veterinaria y cuando lo iba a ver, la visita me resultaba insuficiente, fría y distante. Me pregunté una y otra vez por qué tenía que ver a mi perrito sólo 5 minutos al día, en un espacio estrecho donde casi no podían pasar a la vez dos personas y a través de las rejas de la jaula donde estaba metido, lleno de sueros, sin poder alcanzar a besarlo, abrazarlo y que sintiera mi compañía, que supiera que no estaba solo, que no lo habíamos abandonado allí.

Después, llegó el momento irremediable de la eutanasia, un proceso muy importante para mi mascota y yo. La encrucijada en la que te encuentras ante la importantísima decisión de que tu perrito abandone este mundo. Que esa decisión recaiga en tus manos es muy fuerte, yo no soy Dios ¿Cómo puedo yo decidir sobre la vida o la muerte de otro ser?
Una vez tomada la decisión por el bien de mi niño y para ahorrarle más sufrimiento y dolores, me encuentro de nuevo con la frialdad del intento de realizar la eutanasia allí mismo, en aquella jaula fría y distante. Por ahí sí que no pasé, pedí por favor que me dejaran arropar a mi compañerito en su partida, era nuestra despedida y tenía que ser algo íntimo entre él y yo. Quería arroparlo, tranquilizarlo y que me sintiera cerquita en su tránsito al más allá.
Esta experiencia me ha hecho reflexionar mucho, sobre todo en lo lejos que estamos todavía de sensibilizarnos en que los humanos y sus mascotas son una familia y como tal en momentos delicados de enfermedades, ingresos y eutanasias, las clínicas veterinarias deberían estar preparadas y acondicionadas para que los familiares puedan visitar a sus mascotas en un horario más prolongado, siendo posible el contacto físico y en momentos de eutanasia dejarles su espacio, su momento de adaptación y duelo.
Reflexionado esto, me pregunté también que pasaba con los animales después de su muerte, ¿dónde van nuestras mascotas cuando dejan este mundo? Me puse a buscar y encontré este interesante artículo que me gustaría compartir con ustedes por si les puede servir de ayuda y conocimiento.
Carmen Peña.

Artículo de Daniela Camino, experta en distintas técnicas energéticas y en comunicación y telepatía con animales


Quizás uno de los dolores más incomprendidos por la sociedad es el que nos produce la muerte de un compañero animal. Normalmente no se nos da el apoyo, la comprensión o el espacio para procesar este duelo, para sanar la pérdida de quien en vida hubiera sido, quizás, nuestra única fuente de amor incondicional.
Sin embargo, algo triste sobre estos casos es que no es común que se realicen procesos de duelo sobre estás pérdidas, y tampoco se le da espacio a la persona de procesar el dolor y sanar. Esto es particularmente perjudicial para aquellos que encuentran en sus mascotas una fuente única de amor verdadero.
Sí: el perro, gato, caballo, conejo que nos acompañaba en aparente silencio es para mucha gente la única fuente de un amor que no pide nada a cambio, de un compañero que nos conoce y no nos juzga. Por ello cuando se van el vacío es tan importante… a veces más fuerte y doloroso que cuando se va otro miembro de nuestra misma especie.
Los animales son en muchos sentidos parecidos a los humanos. Sienten, piensan, imaginan, desean, gozan, sufren, tienen su carácter personal, dones, virtudes y limitaciones individuales, etc.  Igual que nosotros, son una mezcla de cuerpo físico y espíritu. De hecho, la palabra ANIMAL viene de ánima (latín), que significa principio de vida, aire-suspiro, alma. Y al igual que nosotros cuando fallecen, su esencia asciende a planos sutiles de existencia.

¿Cómo es para los animales la muerte?

Si bien pueden reaccionar de formas distintas según su historia, conciencia y características particulares, trascender no les implica el sufrimiento emocional, resistencia a dejar su cuerpo, dudas a lo desconocido, miedo al infierno ni otras ideas y miedos como puede serlo para los humanos.
Hay elementos de apego a  su familia o a su cuerpo, pero están mucho más listos que nosotros a desprenderse de todo ello.  Esto es así en gran medida porque los animales no pierden la conexión con su esencia a lo largo de su vida. Tienen muchas cualidades y, entre otras, viven en el presente. Ellos sí saben quiénes son y tienen muy pocas preguntas pues no se pierden en conceptos y todo esto se refleja en el proceso de su muerte.
Sin embargo, sí puede haber dolor, apego o sufrimiento, especialmente si sus humanos no reaccionan en equilibrio frente a su muerte, ya sea con miedo, rechazo, apego o negación. Aquí es bueno recordar que amar a alguien no es lo mismo que depender o apegarse.
Muchas veces los animales deciden vivir largas y dolorosas enfermedades esperando que su humano madure y esté listo para dejarle ir. Puede ser que las personas mantengan al animal con vida obligándoles a pasar por muchos procedimientos médicos dolorosos, incluso frente a enfermedades incurables o con un cuerpo muy deteriorado porque el humano tiene mucho miedo a la muerte… o bien puede ocurrir justo lo opuesto: en vez de retenerles, deciden deshacerse del animal demasiado pronto, una eutanasia “urgente” porque en realidad el humano no puede tolerar su miedo a la decadencia, el dolor físico o a la muerte en sí (“No puedo verle sufrir”).
Para dejar ir a nuestros amigos animales hace falta distinguir la diferencia entre depender de alguien y amarle; así como reconocer nuestro propio miedo a la muerte. La agonía y muerte es el momento ideal de devolver lo que ellos nos dieron tanto en vida,  amor incondicional: “porque te amo te dejo ir en libertad y confío en que seguirás tu camino aunque ya no pueda verte o sentirte”.
La muerte es parte de un largo proceso de la existencia en el que ocurre una transformación muy fuerte de un cuerpo físico a uno energético, aunque la conciencia sigue presente, recordando, conociendo, sintiendo.


¿Qué pasa al otro lado del velo?

Algunos animales se funden con fuerzas y energías divinas, otros se encuentran en espacios de juego y nuevas aventuras disfrutando de un cuerpo astral maleable y divertido. Otros se encuentran en espacios de “reparación” e integración de las enseñanzas que vivieron en la Tierra; otros más pueden haber ya reencarnado en el cuerpo de otro animal, ya sea de su espacie o de otra distinta.
Y en el peor de los casos, hay animales que no han podido ascender por completo hacia planos luminosos de existencia, si no que están perdidos, desorientados en espacios grises u oscuros.
Esto último puede pasar por distintas razones. Una de ellas es cuando sus humanos no les dejan ir. Estos se sienten destrozados y les llaman mental o emocionalmente todo el tiempo, les piden consejo, perdón, compañía o que regresen. Los animales no se pueden ir así y sienten que han de permanecer “cerca”… están igualmente tristes.
En estos casos, el humano debe tomar conciencia de la situación, puede cambiar su actitud y “soltar” a su amigo. Así el animal puede seguir su camino y ascender hacia planos más luminosos y vivir en paz su siguiente aventura.
La muerte no está separada de la vida, cerramos ciclos todo el tiempo y comenzamos otros nuevos, como las olas del océano, como el día y la noche. Es el vaivén de la impermanencia. Solo que en nuestro espacio de conciencia/tiempo (span) la vida parece una unidad separada, aislada y sin un antes o un después. Sin embargo,  esta es la limitación a verlo de una manera más integrada, simplemente porque los absolutos no existen. La vida no tiene sustento ni significado sin la muerte.
Es muy importante que los humanos cambien su conciencia y anhelo de buscar lo sólido y lo fijo de la vida, porque entonces siempre hay pesar. Así que lo primero es aceptar la impermanencia, esta es la naturaleza de las cosas. Justamente por eso los animales viven menos que los humanos, y en cada paso nos enseñan su gracia y ligereza, contrastando con la pesadumbre de nuestra existencia.
Es muy raro ver animales deprimidos (o solo si están bajo el yugo de los humanos), y entonces nos reflejan como estamos. La vida y muerte de los animales que observamos nos enseñan sobre el flujo, son parte de la  naturaleza que fluye todo el tiempo. Ellos no se detienen y menos en el momento de la muerte. La muerte, digamos,  es un gran portal, al que entran y salen “cosas”. Lo que regresa de ese portal es la profundidad de la vida, el sentido último del presente.
Los animales entran al regazo de la muerte con confianza. En aceptación de que así son las cosas. De hecho, ¿por qué tendría que ser de otra forma? Somos los humanos que intentamos detener el flujo o resistirnos a este paso, este portal. Pero como el agua que se detiene en el hielo, el que se detiene ante el flujo se congela y vive por un momento la infelicidad.  Es así de simple.
El lugar al que se van los animales no es como un sitio que puedas localizar en un mapa. Es este mismo espacio que se despliega en varias dimensiones y tiempos. Los animales son llevados al espacio/tiempo que les corresponda a cada uno, para eventualmente tomar otro cuerpo y volver a ser parte de esta dimensión física, y experimentar así otras partes de su Ser.
Esas dimensiones/tiempo no son nada especial, como tampoco es nada especial esta dimensión/tiempo, pues todo es parte del flujo. Pero si quieres saber, hay diferentes “jardines”, espacios, como si fuesen cuartos distintos de una misma casa. Pero el Ser eventualmente recorre todos los espacios de su casa, o de su creación.
En animales “dañados” por el hombre (o por cualquier otra causa de la naturaleza que pueda dañarles, hay más fuerzas en acción aparte de ustedes), se les eleva a un espacio de sanación, donde se les restituye la fuerza perdida. Muchos de los animales no lo necesitan, pero sí ascienden a espacios astrales donde viven otras lecciones que corresponden al “tono” de su existencia.
Es así que cada quién, en un principio de justicia Universal, recoge exactamente lo que le corresponde. Una vez que su ser sea llenado de esas gratas experiencias y se ha enriquecido, en algún punto de su camino, un gran Consejo sabio de seres sin tiempo ni forma, ofrece su guía y recomienda el paso a seguir. Y asea para que ese ser siga en planos sutiles, o baje al mundo denso a volver a probar el agua…
Bajo el rubro “animales” hay muchos propósitos y conciencias distintas. Algunos son conciencias colectivas, otros más individuales, y todos ellos tienen siempre espíritus guías que les procuran y cuidan. El viaje al mundo denso es una gran aventura y no les abandonan. Tampoco cuando son almas jóvenes y requieren de más guía. En todos los casos, siempre hay hermanos mayores para apoyarles en su camino.
En cuanto a las diferencias con los humanos, éstos  tienen mayor confusión y también un mayor potencial, simplemente porque son experiencias distintas.  Los animales son almas que tienen conciencia y chispa divina, pero en cada caso el potencial es diferente (potencial para brillar, crear, seducir, etc.). Un alma sí puede reencarnar en un animal y luego en humano o viceversa. Es parte de las decisiones que tomamos antes de nacer y corresponden también a nuestro Tono (o vibración).
A un animal se le puede apoyar en la muerte con hierbas sagradas (salvia, romero, jengibre son un buen acompañamiento. Pero en realidad hacer una práctica espiritual que traiga paz es lo adecuado. Generar un espacio sagrado, especial, de introspección y meditación, reflexión y despedida. En la muerte los mundos se tocan y lo que parece inamovible regresa a su verdadera dimensión de impermanente. Por ello la vida consigue una profundidad y sentido especiales en este momento. Si, el rezo es bueno porque nos conecta con la parte sagrada de lo que somos y nuestro mundo entra en un paréntesis “especial”.
Al rezar, se acompaña al espíritu del animal en su recorrido ascendente. Con velas, incienso, un espíritu sereno como el agua de un lago con luna. Y hacer esto hasta 2 hrs después de que se ha detenido el corazón es buena idea. Esto disminuye las opciones de que ese ser pueda detener su viaje en aspectos más densos del mundo espiritual.
El sufrimiento del espíritu viene cuando el tono verdadero de ese ser no alcanza el espacio que le corresponde  por completo… y aunque se detenga en ese espacio que no le corresponde, eventualmente todo regresa a su lugar exacto. Tarde o temprano todo alcanza su equilibrio… pero como el Universo se expande siempre, pues es una danza constante y perfecta.





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