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      Zygmunt Bauman: por una sociología de los olvidados

      El sociólogo murió el 9 de enero pero poco antes sostuvo que Europa se suicida con su política migratoria.

      Zygmunt Bauman: por una sociología de los olvidadosCLAIMA20150627_0018 Modernidad líquida. Los inmigrantes nos recuerdan cuán frágil es nuestro bienestar, sostiene Bauman.
      Redacción Clarín

      Por Justo Barranco

      Zygmunt Bauman ha cumplido ya nada menos que 91 años, pero el sociólogo polaco afincado en Leeds no para de producir. El padre del término “modernidad líquida” –que tanta fortuna ha hecho estos años para explicar la sociedad y que se refiere a la fase actual del mundo, en la que los valores de la antigua modernidad sólida, como creencias políticas y religiosas, pareja y trabajo para toda la vida, se han desintegrado– acaba de publicar Extraños llamando a la puerta (Paidós). Un libro sobre el impacto de las actuales oleadas migratorias y sobre cómo la emigración es utilizada por muchos gobiernos para mostrar que son capaces de hacer algo, ya que, resalta, son incapaces de hacer las vidas de un cada vez mayor número de ciudadanos vivibles en unas sociedades en las que crece la precariedad en medio de la desregulación de los mercados y la flexibilización de las leyes laborales.

      –Ha habido resultados electorales inesperados en 2016, desde el Brexit a Trump. ¿Hacia dónde gira el mundo?

      –Sí, ha habido una multitud de sorpresas, pero la mayoría de ellas surgieron de la misma causa: ahora es cuando estamos pagando el precio por los treinta o cuarenta años de atracón, de juerga, otorgados por obsesiones demoníacas interconectadas, como vivir a crédito, la orgía consumista, la creciente brecha entre los ganadores y los derrotados, la nacionalización de las ganancias y la individualización de las pérdidas, el encogimiento de los rangos de los ganadores frente a la multiplicación de los perdedores y una globalización para los ricos que va aparejada con atar a los pobres al suelo. Y quizá, sobre todo, de la emancipación del poder, esto es, de los que son capaces de conseguir que las cosas se hagan realmente, del control de la política, que se supone que es la que debería decidir qué cosas se necesitan y deberían llevarse a cabo...

      –¿Los resultados electorales sugieren que la globalización ha fracasado?

      –¿Qué quiere decir con fracaso de la globalización? Uno necesita hacer promesas primero para incumplirlas después. Pero lo que ponemos bajo el nombre de globalización es en su mayoría un proceso espontáneo, incontrolado y sin diseño, sin coordinación por parte de ninguna autoridad global reconocida. Tiene más similitudes con la evolución de las especies que con un propósito humano. La globalización económica, y también la criminal y la terrorista, son ya un hecho de la realidad, mientras que la globalización política sinceramente no ha comenzado aún. En la última época Ulrich Beck insistía en que todos hemos sido ya seleccionados, sin habernos pedido nuestro consentimiento, para la condición cosmopolita: somos ya todos interdependientes en casi todos los aspectos de nuestras vidas. Pero no hemos adquirido aún una conciencia cosmopolita. Ni siquiera hemos tampoco comenzado a intentar seriamente adquirirla. Para Beck esa discrepancia era la mayor maldición, desafío y amenaza potencial de nuestro tiempo.

      –¿Por qué son las migraciones y no la precarización de la vida y la sensación de inseguridad existencial lo que encabeza las agendas en Occidente?

      –Los dos problemas que menciona son compatibles y no excluyentes e intento dedicar todo el esfuerzo del que soy capaz a darles atención a ambos. Pero los gobiernos se desviven en focalizar sus políticas y las mentes de sus electores en lo que dé beneficios políticos de esos problemas. E igual que el diablo escapa corriendo del agua bendita, mantienen lo no aprovechable o rotundamente explosivo lejos de la conciencia pública. Políticamente provechosos tienden a ser problemas abiertos a ser conectados y enlazados en un bucle de causa y efecto con las aprehensiones existentes ya y con las preocupaciones de un sector significativo del electorado y permitir realizar una transfusión por lo menos de algunas de las emociones de las que rebosan. El manejo político de ambas cuestiones es potencialmente aprovechable políticamente. Pero otra demanda, la de posibilitar una abundancia de fotografías de gobiernos en acción, pruebas tangibles de que los que están arriba no están sentados perezosamente, sino flexionando sus músculos, permite a las migraciones batir a la precarización, sobre la que los gobiernos pueden hacer poco e incluso están menos decididos a evitarla, sin lugar a dudas.

      –Dice que la incertidumbre vital de un creciente sector de la población es uno de los factores que explican la mirada hacia los emigrantes, pero añade que otro es el uso de ellos como chivos expiatorios para las clases bajas.

      –En cuanto al primer punto que menciona –como en el caso de tantas otras cuestiones éticamente sensibles–, hay una tendencia visible a la adiaforización de la cuestión migratoria: negar o restar importancia al significado moral de la cuestión trasplantándolo desde el área de los problemas sociales al de la seguridad. En cuanto al segundo, muchos observadores y analistas han encontrado que quien quiere asegurarse de que una clase situada en lo más bajo de la sociedad no se rebele contra el poder y no desencadene su ira acumulada contra él, es encontrar o crear un grupo o una categoría aún más discriminada que esa propia clase, más degradada y más humillada: marginados reales, de clase baja, excluidos, desposeídos de derechos. Un campo libre para cualquiera buscando una salida para su venganza y furia. Esa clase de gente será convertida en los defensores más militantes y guerreros de un gobierno que los levantó desde el más profundo de los pozos, la más sucia de las alcantarillas y les permitió así retener lo que sea que quede de su autorrespeto.

      –¿Por qué en el sur de Europa han aparecido partidos de izquierda radical en vez de los de extrema derecha?

      –En breve, podemos decir que la gente hace Historia mientras es hecha por la Historia. Así sucedió que mientras en el sur la izquierda ha tratado de mantenerse fiel a su agenda de igualdad y justicia en el Norte, salvo en Escandinavia, la abandonó y la arrojó a la calle para cualquiera que quisiera tomarla. Lo hizo la derecha, saltando al ver la oportunidad.

      –¿En qué sentido dice que identificar migración con seguridad personal y nacional va a favor del terrorismo?

      –Es un juguete en manos de los terroristas, confirmando la propaganda islamista de que Occidente odia a los musulmanes y es su enemigo. Entre otras consecuencias convierte a musulmanes educados y jóvenes nacidos y criados en el mundo occidental en un campo fértil de reclutamiento para el terrorismo.

      –¿Qué opina de la respuesta europea a la llamada crisis de los refugiados?

      –Es suicida a largo plazo. Los que la promueven se están disparando en el pie, y, de paso, en el pie de todo Occidente. Sólo un diálogo con buena voluntad, con el fin de un entendimiento mutuo, puede, de nuevo a largo plazo, porque requiere tiempo hacer desaparecer los prejuicios enquistados y las supersticiones, resolver el conflicto de visiones globales.

      “Trump ha sabido decir lo que el precariado quería oír”. En Extraños llamando a la puerta, libro escrito antes de la victoria de Trump en las elecciones estadounidenses, Bauman habla de él y, curiosamente, ahora mismo las referencias se leen como si hablara ya del nuevo presidente y no de un candidato. Después de todo, entre otras observaciones, apunta que Trump es el candidato perfecto de la era viral, con las emociones fuera de control, compartiendo lo que viene del inconsciente, odio, miedo a los otros, ira.

      –Dice que Trump es consecuencia del precariado, de la ansiedad que sufre la clase media y de la necesidad que algunos tienen de hombres fuertes por la falta de poder de la política.

      –Hay un factor más que contribuyó a la victoria de Trump: él percibió de manera muy inteligente el espíritu de los tiempos, que sus competidores fracasaron en comprender, y hábilmente se presentó como un outsider de la élite política, luchando contra el establishment como un todo, y no sólo contra una u otra de sus divisiones partidistas. Eso es exactamente lo que la gran mayoría del precariado y de las antiguas clases trabajadoras querían oír, habiendo sido durante muchos años ignoradas, traicionadas, desposeídas y frustradas por un partido en el poder tras otro.

      © La Vanguardia


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