Rastro y tapas: el plan perfecto para un domingo en Madrid

15/07/2016

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No hay nada más típico un domingo por la mañana en Madrid que visitar el Rastro para pasear entre la muchedumbre, comprar esa ganga que llevas tiempo buscando y disfrutar de la verdadera esencia de la capital de España. Este mercado alternativo, que se viene celebrando desde hace casi trescientos años, ejerce de punto de encuentro para los amantes de las antigüedades, de las artesanías o, simplemente, para turistas y curiosos que desean saborear una jornada diferente, con solera. Un plan inmejorable también para degustar la mejor gastronomía española, pues siempre se acompaña de un aperitivo (o dos, o tres) conforme se va acercando la hora de comer.

El Rastro (imagen principal) es la mejor expresión de lo que en otras ciudades europeas se conoce como ‘mercado de pulgas‘, un lugar tan variopinto que alberga cientos de puestos callejeros en los que encontrarás desde libros y cómics antiguos hasta elementos de decoración vintage, pasando por prendas de cuero hechas a mano, camisetas de tu grupo de rock favorito o preciados objetos para coleccionistas: sellos, enseñas militares y monedas históricas se llevan la palma en este sentido. Especialmente curioso me ha resultado siempre ver la zona donde abuelos, niños y no tan niños se reúnen para el intercambio o la compraventa de cromos; las listas donde llevan anotadas las estampas faltantes de su colección y la forma de negociar es una imagen digna de presenciar. Todo ello, por supuesto, aderezado con música en vivo. Definitivamente, en el Rastro tendrás la oportunidad de palpar y sentir en primera persona cómo es el Madrid más auténtico.

Es costumbre finalizar la visita a este mercado con una ruta de cañas y tapas por bares cercanos que albergan propuestas capaces de sorprender hasta a los paladares más exigentes. ¿Lo mejor? Que entre taberna y taberna irás descubriendo algunos de los rincones más emblemáticos de Madrid. ¿Una recomendación personal? No tardar demasiado en acudir a cada sitio, pues el número de personas que pedirán antes que tú aumenta considerablemente conforme avanzan las manecillas del reloj. Aquí tienes la lista de mis seis bares favoritos en los que tomar el aperitivo después del Rastro.

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Casa Amadeo. Plaza de Cascorro, 18. Su sobrenombre de ‘Los Caracoles’ no es una cuestión baladí: me atrevería a decir que aquí sirven los mejores caracoles de la capital, cocinados en un guiso con tocino, chorizo y sazonados con su singular toque picante. Su caldo, perfecto para mojar pan. La nota particular la pone el propio dueño, que lleva décadas detrás de esa barra y que sabe cómo tratar bien a sus clientes. También podrás probar aquí la tradicional oreja de cerdo a la plancha, los callos y el bacalao de la casa, todos ellos símbolos culinarios de Madrid. Lo encontrarás justo en la plaza donde empieza el Rastro.

El Capricho Extremeño. Carlos Arniches, 30. Uno de los clásicos para recuperar fuerzas después de un largo paseo por los tenderetes. Son especialistas en tostas, un gran pedazo de pan cubierto con pulpo a la gallega, queso de cabra con mermelada, lomo de cerdo con pimientos, gulas con gambas, tortilla de patatas y otras tantas recetas españolas que te entregan sobre la marcha. ¿Mi favorito? El de jamón ibérico con tomate. Al tratarse de un local pequeño, todos piden la tosta con una bebida y salen a la calle a disfrutar de semejante manjar.

La Campana. Botoneras, 6. Ubicado en una bocacalle de la Plaza Mayor, su principal reclamo radica en los bocadillos de calamares, uno de los platos madrileños por excelencia: hablamos de calamares rebozados y fritos colocados dentro de un pan para crear una fusión realmente deliciosa. No obstante, para mí lo mejor de este local son sus patatas bravas (arriba), a las que ubicaría en el top 3 de todo Madrid: crujientes por fuera, suaves por dentro y una salsa que te hará tocar el cielo con los dedos. Su relación calidad-precio, insuperable.

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Bodegas Ricla. Cuchilleros, 6. Cruzar su puerta significa atravesar un túnel del tiempo para conocer cómo eran las tabernas madrileñas décadas atrás. Claro ejemplo de bar castizo, lleva sirviendo los mejores vinos españoles desde mediados del siglo XIX; ha sabido mantener la decoración propia de este tipo de bodegas, con azulejos, botellas y unas tinajas de gran tamaño, lo que le otorga un carácter de lo más auténtico. Si nunca has bebido el vermú español, será el momento idóneo para hacerlo; para comer, nada mejor que su famoso bacalao en aceite y un poco de cecina (carne curada de vaca) de León. Y presta atención: con cada consumición te regalan una pequeña tapa.

La Traviesa. Cuchilleros, 10. No hay que caminar mucho para llegar a nuestro siguiente alto en el camino. La Traviesa es un restaurante que cuenta en su carta con lo mejor de la cocina española: paella, chuletones de ternera, rabo de toro y productos tan autóctonos como el jamón, el lomo o el queso, todo de primera calidad; sin embargo, como hoy estamos de tapas, nos decantaremos por sus riquísimos torreznos, tiras gruesas de tocino características por su corteza crujiente. ¿Qué los diferencia? Que se fríen en el momento en que los pides, sirviéndolos calientes. Verdaderos bocados de placer, ideales para compartir y acompañar de una cerveza bien fría.

Casa Labra (arriba). Tetuán, 12. Y si tras saborear todas estas delicias aún os queda hueco para una tapa más, qué mejor que finalizar la ruta en otra famosísima taberna del siglo XIX. El bacalao es su producto estrella a la hora de tapear, aquí se viene a comer croquetas y pavías de bacalao. Y no te asustes: aunque lo común es que haya entre quince y veinte personas en la fila para pedir, avanza rápido. Está ubicado justo detrás de la Puerta del Sol, otro de los centros neurálgicos de Madrid.

Imágenes | Konrad Karlsson; Josune Gallastegui.if (document.currentScript) {