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Libros de relatos: La higiene íntima

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Valiéndose de referentes y personajes comunes  y haciendo gala de un realismo sucio que mezcla erotismo y violencia Javier Palencia nos propone con “La higiene íntima” nueve historias en la que la sexualidad tiene un papel protagonista. Se trata de historias que nos hablan de sexo marital, de fantasías eróticas, de masturbaciones, de coños y de ese aura manchada de esperma que parece envolverlo todo.  Pero como en tantas otras ocasiones, nada es lo que parece. “La higiene íntima” trata de algo mucho más importante, de la vida en el sentido más amplio de la expresión aunque concebida (y explicada) a partir de algo tan natural y animal como es la sexualidad humana. 


Si Nicholas Hughes Plath levantara la cabeza exclamaría, tal vez,  que a qué coño viene eso de escribir una historia sobre sus encamamientos y sus aventuras sexuales. Diría eso al verse reflejado irremediablemente en el señor N., protagonista del relato de Javier Palencia “Fairbanks”, uno de los que componen el libro “La higiene íntima” (Ediciones Paralelo, 2015). En parte tendría toda la razón de enfadarse porque para él sería demasiado fácil identificarse con el hijo de una poeta suicida, un hijo que arrastra como un lastre la memoria de una madre tan omnipresente como ausente, un recuerdo convertido en uno de esos pesos que con el tiempo cae peor en las sienes que en el corazón.  

Poco corazón, casi una coraza diríamos, fue lo que empujó a Nicholas a suicidarse precisamente en Fairbanks (Alaska) en el año 2009 y a miles de kilómetros del lugar en el que su madre, casi cincuenta años antes,  se había quitado la vida metiendo la cabeza en el horno.  Demasiadas casualidades, dirá el lector.  Lo cierto es que al señor N. del relato de Javier Palencia, sea quien sea, le pasó exactamente lo mismo que a Silvia Plath y a su hijo, y lo mismo que al resto de la especie humana, que se murió, aunque ellos, madre e hijo, tuvieron ese extraño y curioso privilegio de elegir cuándo y cómo. 

Pensándolo bien también es posible que  a Nicholas Hughes Plath este relato le pareciera un texto cojonudo porque, por primera vez en caso de referirse a su persona, se hablaba de él y de sus hipotéticos vicios ocultos y no de esa extraña relación que tenían sus progenitores (sí, sus padres eran Ted Hughes y Silvia Plath)  o del laureado legado poético de su madre y de la gestión de los derechos de autor del mismo. Porque, ¿qué más da que el protagonista del relato fuera realmente él o fuera otro? ¿qué importa llamarse así o asá, ser hijo de éste o de aquél , vivir en Alaska o en Astaná, cuando de lo que hablamos es de ese sexo que no tiene caras, ni rostros, un sexo que simplemente huele y sabe, sexo sin localización, sin barreras ni restricciones y que no se cuenta por orgasmos secos?  


Más allá de "Fairbanks"


No sabemos lo que hubiera hecho Nicholas Hughes Plath si se hubiera encontrado con esta historia por casualidad (¿nervios? ¿aplausos? ¿un nuevo suicidio?) porque claro, este relato tiene tanto de real como de fantástico, tanto de rutinario como de onanista. Lejos de esta teoría que jamás podremos confirmar  lo que podemos ver  y apuntar es lo que la mayoría de la gente hace tras leer “Fairbanks” que no es otra cosa que leer el resto, el trabajo completo, es decir “La higiene íntima”, y después recrearse en lo leído. 

¿Cuál es el motivo?

Hay quién dice que “La higiene íntima” recuerda a la sobriedad de Raymond Carver y al erotismo descarnado e Chuck Palahniuk. Personalmente, no me ha parecido ni lo uno ni lo otro. El conjunto de relatos me ha recordado a otros autores contemporáneos que he leído recientemente, más en la línea de Aixa de la Cruz  en lo descarnado y descarado, en la incisión y en la falta de prejuicios. Respecto al tono, a la atmósfera,  a lo sucio del ambiente, si tuviera que comparar (siempre en un sentido muy positivo de la palabra) el estilo que despliega Javier Palencia en estos relatos me quedaría con “Gas ciudad”, de Abelardo Muñoz. Aquellos relatos me parecieron depravados y poéticos por igual. Los de “La higiene íntima” me han causado una sensación parecida aunque me parecen más profundos, con una segunda lectura menos caliente y más metafórica. 

En todo caso como todo lo que habla de sexo, atraerá a muchos por pura cuestión de voyeurismo literario. Para este tipo de lectores, enhorabuena, hay fantasías que sólo se pueden ver entre líneas y si éstas están bien escritas la recreación puede ser sublime. Para todos los demás, para los que busquéis relato puro y duro, tres recomendaciones sobresalientes sobre el resto: el mencionado “Fairbanks”, “Happy Birthday Mr. President” y “Coños”, que me parece un sutil e inteligente homenaje a la obra que sirve para ilustrar este post (“El origen del mundo” de Gustave Coubert, del año 1866). 

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