La cama de Pandora

El amor engorda

Cuando tus vaqueros preferidos han dejado de cerrarte es que algo va rematadamente bien. He decidido pensar eso en lugar de volverme loca y ponerme a dieta salvaje: soy feliz, estoy tranquila, diría yo que enamorada, ergo... estoy engordando

Nada preocupante de momento (los vaqueros en cuestión eran una talla 38, no nos volvamos locas), pero como no tengo pensado competir con mi mesa de camilla, me puse manos a la obra y decidí regresar al gimnasio.

El tiempo, lamentablemente, no me sobra, así que aposté por el 'Gran libro de loa entrenamientos en 15 minutos' que edita Women's Health y me zambullí en su amena lectura.

Resulta que hay entrenamientos para todo: con mancuernas, con pesas rusas, con fitbal, con balón medicinal, con deslizadores, con cuerdas, en el suelo, para hacer en el avión, para el dolor de cabeza, para el síndrome premenstrual, para el dolor de espalda, para las reuniones con excompañeros, para ponerse el bikini, para los cuerpos tipo pera, para los tipos manzana y para los relojes de arena... Para TO-DO.

Pero mis favoritas son las rutinas para el sexo. Sí, sí: para mejorar tus orgasmos, tus posturas en la cama y rendir más donde más nos gusta; entre las sábanas. Como podéis imaginar, convertí estas tres rutinas en mi objetivo primordial y me lancé a ejercitarlas como si no hubiera un mañana, a lo loco, a lo bestia y sin hacer caso de lo que decían las primeras páginas del libro. 

Para empezar, aprovechando que tenía una mañana libre, las hice todas de una vez. Con todas y cada una de sus repeticiones, sin importarme las miradas que mi culo en pompa o mis caderas elevándose rítmicamente, o si por el escote de mi camiseta asomaba el canalillo (que ha aumentado también una talla, por cierto). Yo, a lo mío.

Me sentía una diosa, dispuesta y preparada para todo. Me imaginaba que esa misma noche rompería todos los cánones de lo moralmente aceptable y descubriría el placer más allá de lo que habían sido hasta ahora mis posibilidades

Algunas veces me pregunto si yo aprenderé la lección, pero me parece que no. A medida que pasaba la tarde, las piernas me dolían, sentía tensión en los brazos, las caderas, el culo... todo mi cuerpo se iba enfriando y entumeciendo y, al caer la noche, no había un sólo rincón de mi epidermis que no fuera un ay.

Cuando mi chico llegó a casa, la idea de sexo desenfrenado había desaparecido del todo de mi cabeza y el ibuprofeno tenía un papel mucho más importante. "¿Ejercicio para disfrutar del sexo...? Obviamente esta rutina no tiene resultados a corto plazo", pensé.

Con todo el dolor de mi corazón ya daba la noche por perdida cuando, camino del primer sueño, mi chico tuvo una idea gloriosa. 

-"Me parece que lo que te pasa es que no has estirado bien, Pandora", me susurró mientras me doblaba las piernas por las rodillas y me las acercaba al pecho. "¿Sabes cuándo estás estirando bien?", me preguntó mientras yo sentía cómo jugueteaba con su pene y mis labios mayores. "Estás estirando bien ahora", concluyó mientras me penetraba sin prisa pero sin pausa.

¿Os hacéis a la idea de cuántos estiramientos puedes hacer mientras follas? Yo, desde luego, no me lo imaginaba, pero la cantidad de posturas sanadoras que puedes adoptar mientras tienes a tu chico con todo lo suyo dentro de tu cuerpo merece un epígrafe entre las rutinas de 15 minutos del libro de Women's Health. Aunque, ya puestos, yo al menos le dedicaría media hora... 


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