El erudito de las palabras Marcial Morera Pérez expresó anoche en el pregón de las fiestas de Puerto del Rosario 2013 la necesidad de crear identidad en los pueblos con un gentilicio en el que "las gentes" se sientan integradas en su comunidad y se diferencien del resto. "Es sorprendente que en nuestra Fuerteventura los pueblos hayan renunciado históricamente a crear el gentilicio que como a toda población del mundo le corresponde en justicia", afirmó.

Aunque no es casualidad, argumentó, dado que la Villa de Santa María de Betancuria cuenta con la denominación colectiva de "betancuriano" y "villero". El profesor reconoce que existen nombretes étnicos para diferenciar a los naturales de Villaverde, Tuineje, La Oliva, Tindaya, La Matilla, Vallebrón, Antigua, El Time, Gran Tarajal, Tesejerague, Toto, Corralejo y Betancuria como ratones, moriscos, corbatas, hueveros o sogueros, cordones, teniques o garrafones, presumidos, rabones, cangrejos, pelados, gatos, enterregados, costeros y golosos, respectivamente. "Denominaciones burlescas que se usaban en función de la profesión que habían ejercido sus moradores a lo largo de los tiempos", apuntó.

Por ello, para la capital actual de la Fuerteventura más moderna, unida y próspera, el profesor propone el estudio serio de gentilicios como portense, rosariano o puertorrosariense u otros similares como rosariense, rosarino o rosariero, puertorrosariano, puertorrosariero o puertorrosarino. "Y una vez elegido debe oficializarse, difundirse y, lo más importante, que la gente lo incluya en su lenguaje diario y espontáneo para que lo adopte como suyo", advirtió.

Morera razona que uno de los principales motivos de esta ausencia de nombres se debe a los obstáculos que puso la vieja capital, Betancuria, que obligaba a toda la población a concentrarse en ella para su mejor defensa. "La cárcel, la horca y la inquisición y la vara de la justicia eran símbolos inamovibles de la Villa". Además, agregó, "los humildes no podían ser posibles parroquianos pajareño, antigüense, tuinejero, tindayero u olivense, sino los capitalinos betancurianos y villeros, y si se percibía ajeno o escocía simplemente: majorero". A lo que se une que los pueblos del interior, por la persistente precariedad económica y laboral, fueron caseríos escasamente poblados. "Y en el siglo XVI circuló por las islas el estereotipo de majorero holgazán, debido al hastío y sequía que soportaban los residentes. Aunque Leonardo Torriani recoge en su descripción de las Islas Canarias, los calificativos de lanzaroteños asesinos, de Fuerteventura indolentes, los canarios mentirosos, los de Tenerife ingratos, traidores a los gomeros, los del Hierro toscos y vanidosos los palmeros, por lo que los de esta Isla no son los peor parados".

Otro fenómeno fue la emigración. Morera recordó que los habitantes de los pagos del interior de Fuerteventura caminaron más por las calles de otras islas de la geografía canaria para poder comer y las familias alejadas del terruño se unieron con el término global de majorero. El experto matiza que "no hay gente de la mar en la antigua Erbania, y en los asentamientos de la costa como El Tostón, Corralejo, Gran Tarajal, Terife, Los Molinos, Ajuy, Amanay, La Lajita, Las Playitas, Pozo Negro o Isla de Lobos el majorero hacía rancho en sus playas, recolectaba el pescado o marisco que ofrecía la mar a regañadientes". Según Morera, el majorero recogía algún que otro jallo ocasional, "y con la misma juntaba los escasos bártulos, era hombre de poco equipaje y se iba con la música a otra parte". "No se identificaba por ser de una u otra caleta sino de Fuerteventura", reflexionó.

Este hijo del viejo Puerto Cabras ahondó en los orígenes de Puerto del Rosario, cuyos primeros moradores fueron un matrimonio de Tetir apellidados Estrada-Jorge, los peninsulares Manuel Martos y Teresa López, los hermanos pescadores Jorge, el olivense Vicente Hormiga, los Brito de La Palma y los labriegos Peña y Melián. Así se fundaron los barrios El Charco, la Charca o Los Pozos, "y cada uno vivía en su galaxia y había incluso enfrentamientos infantiles". Y desde 1975, tras la evacuación del Sahara, el boom turístico, de gentes de otras islas, Península, Hispanoamérica y el Magreb han convertido a Puerto del Rosario en la ciudad más populosa de la Isla. La capital majorera como Gran Tarajal o Morro Jable ha sido un mosaico de poblaciones distintas, pueblos mestizos, "donde el sentimiento de comunidad ha tenido serias dificultades para cuajar".

Un pregón en honor a todos los residentes que aplaudieron su interés, dedicación y estudio del habla e historia de la Isla.